Los mayores, ante el reto de las comunidades amigables
Santiago CamberoSábado 1 de octubre de 2022
5 minutos
Sábado 1 de octubre de 2022
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Hoy, día 1 de octubre, celebramos el Día Internacional de las personas mayores, y cada año considero que podríamos reformular esta jornada de reflexión y reivindicación sobre la importancia de mejorar las condiciones de vida de este segmento creciente de la población mundial. Este 2022 el lema promovido es "La resiliencia de las personas mayores en un mundo cambiante". La ONU pretende alentar a los estados a crear conciencia y desafiar las ideas negativas y edadistas asociadas a las personas mayores y el envejecimiento.
Ciertamente, estamos volviendo a una nueva realidad donde las personas de edades avanzadas continúan padeciendo algunos inconvenientes para estar integrados plenamente como ciudadanía sénior. A las pruebas me remito cuando se denuncia la exclusión financiera que limita el acceso al sistema bancario, la pobreza energética que tanto deteriora la salud y la soledad no deseada estimada en más de 2,5 millones de ancianos que se sienten solos en España. Son problemas sociales de siempre y otros emergentes, hoy y mañana para todos, cuando tenemos tantas dificultades al envejecer en una sociedad compleja y cambiante.
Comunidades Amigables con los Mayores, el gra desafío
España se encuentra en un contexto de envejecimiento demográfico, al igual que otros países europeos, donde las cifras de longevidad poblacional evidencian la necesidad de ir transformando distintos elementos de nuestros pueblos y ciudades, que permitan garantizar la convivencia en igualdad etaria e intergeneracional. Desde mi perspectiva gerontológica, la construcción de comunidades amigables para las personas mayores sería el gran desafío para una sociedad senescente a un ritmo vertiginoso.
De ahí que la OMS promueva la Red de Ciudades Amigables con las Personas Mayores desde un enfoque local, participativo, transversal y multisectorial para crear entornos de envejecimiento saludable, activo e inclusivo, que faciliten la autonomía personal y no excluyan ni discriminen a las personas cuando envejecemos.
Para tal fin, los procesos de amigabilidad estimulan la escucha activa mediante la participación y el compromiso de los principales protagonistas, las personas mayores, para dialogar junto a otros agentes locales sobre sus demandas, necesidades y expectativas en el diseño de localidades más accesibles y adaptadas a esta población de adultos mayores. No olvidemos la diversidad existente entre la ciudadanía sénior que, como el resto de grupos de edad, es heterogénea y diversa frente a la visión sesgada y reduccionista que siempre ha dominado socialmente.
Las personas mayores no son tristes, improductivas o dependientes, aunque la sociedad tiende a ignorar las experiencias de vida e invisibilizar las caras de arrugas y canas, como consecuencia del edadismo rampante en cualquiera de los ámbitos (sanitario, tecnológico, comercial, mediático, etc.). Esta forma de discriminación por la edad es una práctica social, y a veces institucional, como el racismo o el machismo, que desvaloriza a las personas de edad avanzada, excluyéndolas de intervenir en cualquier escenario societario debido a las barreras de estereotipos y prejuicios injustos.
Construir, después de la pandemia
Sabemos que la sociedad avanza rápidamente sin apenas tener tiempo para asimilar tantas mutaciones que afectan a la cotidianidad, siendo un hecho social que supone para muchas personas puedan quedarse atrás tras la crisis sanitaria global. Tras estos dos últimos años y medio de pandemia, que han significado una gran tragedia en tantos hogares y residencias geriátricas, empezamos a vislumbrar la era postcovidCOVID-19, un periodo de recuperación y resiliencia como valores motivados por las instancias gubernativas para afrontar este tiempo inédito y convulso. Ahora, las instituciones públicas, y también las privadas, deberían esforzarse en aunar recursos para reconstruir sociedades debilitadas que proyecten la esperanza de cambios sociales favorables para todos. De lo contrario, estaríamos generando un caldo de cultivo de sociedades fragmentadas y tensionadas internamente, que desgastarían a buen parte de la ciudadanía dispuesta a progresar democrática, equitativa y sosteniblemente.
En ese reto local y global, las personas mayores son la mayoría demográfica, económica y demoscópica, por tanto, sus opiniones resultan decisivas para reorientar la búsqueda de modelos de convivencia con más bienestar social y protección de los Derechos Humanos. El planeta afronta una crisis climática de efectos graves, siendo la especie humana responsable de solucionar esta coyuntura tan perjudicial para los ecosistemas. Y ahí, la solidaridad y los aprendizajes intergeneracionales resultarán estratégicos para existir en comunidades amigables para las personas mayores y de otras edades. La inclusión social en el medio urbano y rural son claves para equilibrar los territorios y sus poblaciones, unas en ascenso y otras en declive ante la falta de oportunidades para vivir donde tenemos arraigos.
Lo amigable rompe discriminaciones -el edadismo es un caso urgente-, abre mentes y cerebros en sociedades humanas, siendo un momento socio-histórico adecuado para superar con rebeldía inteligente las incertidumbres e inseguridades que generan tanta panicofilia…