En 1901, el médico alemán Alois Alzheimer trató a una ama de casa de 51 años que estaba desorientada, desmemoriada y asustada. El doctor siguió su evolución hasta la muerte de la paciente cuatro años después y una vez muerta analizó su cerebro dándose cuenta de que acababa de encontrar una nueva enfermedad. Esa enfermedad lleva su nombre y la padecen un millón y medio de personas en España.
Más de un siglo ha transcurrido y seguimos estando ante una enfermedad que no se puede prevenir, que no tiene tratamiento y, en consecuencia es incurable. Una enfermedad que no sólo afecta al propio paciente sino también a toda su familia y sobre todo a su cuidador principal que suele padecer problemas físicos, psicológicos, sociales, económicos y laborales. Esto lo convierte en realidad en un problema socio-sanitario que sufren cerca seis millones de españoles.
Resulta cuanto menos desalentador que la industria farmacéutica no haya conseguido después de tantos años de estudio e investigación encontrar algún remedio al problema, pero lo es más aún el hecho de alguien decida tirar la toalla.
La farmacéutica Roche acaba de anunciar que detenía dos grandes ensayos por no cumplir las expectativas. Éste fracaso no es el único que han sufrido las grandes compañías farmacéuticas. En 2018 Lilly anunció que su fármaco diseñado para eliminar la proteína amiloide en el cerebro, que se sospecha podría estar íntimamente relacionada con la enfermedad, no superó el ensayo y se ha malogrado.
Otros gigantes como Merck, Prana Biotech y Biogen también se han visto obligados a renunciar a continuar con sus investigaciones con fármacos que en principio parecían ser prometedores. Y el pasado año fue Pfizer quien anunció que no continuaría investigando en fármacos contra el alzhéimer y concentraría sus esfuerzos en la investigación sobre otras enfermedades que resulten más productivas.
Muy malas noticias, sin duda, tanto para las personas que padecen la enfermedad y sus familias que lentamente van perdiendo la esperanza en poder poner fin a su sufrimiento y sobre todo para los futuros enfermos porque no podemos olvidar que, según la Fundación Alzheimer España, cada año se diagnostican 100.000 nuevos casos y las previsiones son de que éste número se multiplique por tres en 2050.
Hace ya catorce años que mi padre me dijo que se le empezaban a olvidar cosas y que, en el fondo, tampoco le importaba demasiado no mantener según y qué recuerdos. Pero, también me dijo: “si se me olvida cuando eras pequeño y te sentaba en mis rodillas para comer paella, eso sí, eso me resultaría insoportable”. Mi padre también ha perdido ya ese recuerdo, pero sea productiva o no, parece inaceptable que alguien deje de luchar por lograr que muchos otros padres no olviden cómo sentaban en las rodillas a sus hijos.