Francisco Olavarría Ramos
Francisco Olavarría Ramos es profesional de la comunicación, con experiencia de trabajo en entidades y empresas relacionadas con las personas mayores o personas con discapacidad.
… saber más sobre el autorMiércoles 1 de julio de 2020
ACTUALIZADO : Jueves 2 de julio de 2020 a las 15:38 H
3 minutos
Miércoles 1 de julio de 2020
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Del revisionismo histórico del que ahora son noticia las demoliciones de esculturas y que no pretendo cuestionar en este momento, me gustaría que el activismo por los derechos de las personas mayores aprendiera a organizarse.
Por mucho que elijamos ignorarlo, las etiquetas se nos imponen constantemente. Repito, elejimos no saber y las aplicamos con descaro constantemente; pero estas clasificaciones, a veces, nos sirven para encontrarnos y reconocernos, en la comunidad virtual. También en el espacio público.
Como hemos visto, elnuevo activismo –el que transforma la sociedad y acelera la conquista de los derechos– se congrega con el uso de estas etiquetas, o lo que en los países angloparlantes conocen como hashtags. Ilustres o anónimos, desconocidos o amigos, comunitarios o solitarios se benefician de las plataformas para acelerar sus loables propósitos, ya sea acabar con la tauromaquia o el apoyo a la comunidad trans, y vaya que sí lo consiguen. Reconozco que envidio a estos colectivos que de manera masiva han conseguido hacer del por ejemplo, #BlackLivesMatter un Trending Topic y no sólo ésto, sino una necesaria denuncia global contra el racismo.
Estimado lector de este digital, ¿se imagina algo parecido con las vidas de los viejos y las viejas que fallecieron durante esta pandemia? ¿Se te hace acertada esta analogía? Lo digo, porque con motivo del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y el Maltrato en la Vejez -designado el 15 de junio por la Asamblea General de las Naciones Unidas- no sentí ni de lejos, la misma repercusión que consiguió la injusta muerte de George Floyd.
Se me ocurre que para acercarnos a estos movimientos, debemos invertir tiempo en: investigación y análisis crítico, formación y denuncia constante y pública, en todas las instancias posibles para que ni por acto u omisión, cualquier ataque y de cualquier naturaleza, pequeño, mediano o grande quede impune y podamos decir que nos deshicimos del yugo que nos penaliza por vivir muchos años.
Juntos, podríamos revisar con lupa, la literatura, la publicidad, las obras artísticas y el cancionero popular… porque estoy seguro que nos sorprenderíamos al descubrir que el viejísimo (y el edadismo) lo hemos aprendido desde siempre y sin apenas cuestionamiento, como el que ahora y con este texto pretendo generar.
Nosotros sabemos que la ignorancia no sólo genera odio, sino que permite que el odio por llegar a viejos lo perpetuemos.
Ahora que tenemos las armas, los argumentos y las plataformas digitales, seamos valientes y digamos ¡Basta ya! Cualquier vida importa. La vida en sí misma, importa.
Francisco Olavarría Ramos, licenciado en comunicación y activista en favor de los derechos de personas mayores y personas con discapacidad.