Martes 16 de junio de 2020
2 minutos
Al contrario de lo que parece sugerir por el título de este articulo, hoy no hablaré de personas mayores. Raro en mi, pero sí, hoy no toca. Hoy hablaré de respeto.
Hace unos días, el Patronato de la Fundación Princesa de Asturias anunció el primer galardón de esta edición, “para los sanitarios españoles en primera línea contra la COVID-19”. El comunicado del Premio de la Concordia 2020 destacaba el "heroico espíritu de sacrificio" de estos profesionales, a los que ahora se quiere contentar con este reconocimiento sin duda, menor.
La pandemia ha servido, entre otras cosas, para visibilizar lo que era latente, la fragilidad del sistema de cuidados –y su inequidad de materia de género– y el menosprecio a los servicios y servidores públicos, que como hemos tenido que soportar, demasiados de ellos y ellas, han perdido su vida trabajando.
La belicosidad con la que se trató la información en unos primeros momentos ha pasado ahora en un desaforado interés por buscar bandos y culpables de la crisis, sin entender que el único enemigo era la falta de respeto a la ciudadanía, que como cualquier trabajador no quiere ser etiquetado de héroes con superpoderes, que lo sí quieren y exigen son garantías y recursos para desempeñar sus tareas con seguridad y excelencia. Como así nos hacen saber las personas mayores, no quieren ser venerables ni vulnerables, sólo quieren ser tratadas como iguales y con respeto, pero esto ya lo desarrollaré en otro artículo.
Resulta lamentable que este premio, dotado con 50.000 euros, llegue antes de los test Covid-19 que desde el inició de esta crisis reclaman los profesionales de la salud.
Por apuntar alguna idea para ‘la Nueva Normalidad’, ¿qué tal si pasamos de los aplausos a los contratos indefinidos? Por ejemplo.
Francisco Olavarría Ramos, licenciado en comunicación y activista en favor de los derechos de personas mayores y personas con discapacidad.
