Manuel Guisande Nájera
Opinión

Dejar algo escrito para los nietos

Manuel Guisande Nájera

Foto: Bigstock

Miércoles 4 de septiembre de 2024

3 minutos

Dejar algo escrito para los nietos (Bigstock)

Foto: Bigstock

Miércoles 4 de septiembre de 2024

3 minutos

No hay cosa peor que preguntar cómo era tu abuelo o abuela. ¿Y por qué?, pues porque lo normal es que, cuando tus nietos son pequeños, lógicamente, no tengas una conversación seria con ellos y, cuando son adolescentes, se preocupen más de guiñarle el ojo a Marita o Gonzalito, vas a comparar el amor juvenil con hablar contigo… no.

Después, un día, cuando tienen, no sé, treinta o cuarenta años, preguntan: "Mamá, ¿cómo era el abuelo?". Y todo se reduce a que eras buena persona, que eras alto o bajo, gordo o delgado, o que trabajabas en esto o a aquello. Y sí, a unas fotos. En fin, una pena.

Ya ves, te has pasado los primeros años de la vida de tu nieto paseando con él, cambiándole pañales, preocupado de que coma y cien mil situaciones cotidianas, y todo gira en torno a si eras alto o delgado, alto o bajo y a un par de fotos. Y si pregunta qué pensaba el abuelo de tal o cual cosa, nadie sabe contestarte, y seguro que esto también te habrá pasado a ti, por eso es importante que le dejes algo escrito.

No te alarmes, que no tiene por qué ser un libro; bueno, si escribes tan mal como yo, sí; sino una simple carta, tratando en tres o cuatro líneas varios temas que pueden ser la política, la religión, las guerras, el amor, la juventud, la vida, la amistad, el trabajo… Al menos de esta forma, cuando tu nieto la lea, tendrá una idea de lo que pensabas.

Mira, a mí me ocurrió una cosa curiosa. Estaba en la casa familiar de mi padre, en Paredes de Nava (Palencia), cuando un día encontré dos artículos que mi abuelo tendría que haber enviado al Diario Palentino, donde colaboraba y, por lo que fuera, pues quedaron olvidados.

Me puse a leerlos y me quedé alucinado, habían pasado casi cien años y entre otras cosas decía que en España había una gran incultura y que muchos progres hablaban demasiado, pero luego no hacían nada.

Fue una sensación curiosa; hasta entonces lo que sabía de él era que fue médico, que era delgado, aficionado al ajedrez y del atlético de Madrid. Nada más.

Cuando leí esos dos artículos era como si me hablara y me sentí más cerca de él; ya no solo era una imagen, una foto en un marco, sino alguien que se comunicaba conmigo, que lo integraba más en la familia, como si hubiera charlado muchas veces con él, pues existía ya una relación personal a través de aquellas letras.

Colega, estoy seguro de que si dejas algún testimonio de tu personalidad, de tu forma de ser, tus nietos te lo agradecerán. Hazme caso; además, si eres calvo y bajo, casi mejor que sepan algo de ti y bueno, para compensar, ¿sabes?

Sobre el autor:

Manuel Guisande Nájera

Manuel Guisande Nájera

Manuel Guisande Nájera (Santiago de Compostela) estudió Derecho en Santiago. Trabajó en El Correo Gallego, Ideal Gallego y sus últimos 25 años en La Voz de Galicia. Colabora en la actualidad en varios diarios españoles y del extranjero. Además de conferenciante, imparte cursos en entidades e instituciones sobre escritura creativa (medios de comunicación y redes sociales, cuentos infantiles, relatos, guiones de teatro, novela) así como un curso específico de Periodismo dirigido a profesionales, ejecutivos y universitarios.

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