El personal está muy equivocado, incluso uno mismo, ya que crees que cuando tengas cierta edad el asunto erótico… y no. Tú con setenta años estás de muy buen ver y como la vida es así… pues, ¡oye!, que estás en un bar y una mujer te mira y que te vuelve a mirar… Charlas con ella, la haces reír y como son ya las once de la noche y sigues de parloteo… o le caes bien, o ella no tiene casa. No queda otra.
Y como lleváis unas copillas de más, entonces sueltas la frase que es o todo o nada: "Si quieres tomar algo en mi apartamento…". Obvio es decir que este es un momento clave, tanto si eres mujer como hombre: Si dice "sí", pero un "sí" contundente, ¡olvídala!; sí, ¡olvídala!, pero ¡olvídala ya!, que seguro que entra en el piso y no te la/lo quitas de encima y terminas como un tontaina yendo a la compra a Mercadona.
Te tiene que decir un "sí" que es como un "no" pero es un "sí", ¿me entiendes? Es posible que si te dice un no rotundo, igual te dé un bajón, pero entre siete mil millones de seres humanos que somos, malo será que no se produzca otra conexión interestelar con alguien de Madagascar o Burkina Faso.
Pero si te dice el típico sí que es como un no, entonces vais caminando hacia el apartamento y en ese paseo hay unos besos, unos cariños, unos mimos, unos arrumacos… Entras, os sentáis; más besos, más cariños, una mano que va y otra viene o que se queda, que nunca viste tantas manos y hasta cuentas cuantos sois. Y si tienes iniciativa… la coges de la mano y, como si fuera un tango y con un movimiento seco… ¡flash!, sin ropa.
La mueves para un lado, para otro, la lanzas hacia arriba, hace un tirabuzón, según cae la vuelves a lanzar, da cuatro volteretas en el aire y como más que una mujer ya parece un bumerán, ¡zas!, cae en tus brazos y te lo montas en la cocina. Y después de la cocina al lado del friegaplatos; contra la pared; sobre la alfombra; en el sofá…
Y con un calor que estáis a 140º centígrados os metéis en el congelador, que dicen que allí no se puede, pero es mentira, que yo lo hice, y como al salir estáis a temperatura ambiente y te va el morbo… ¡al balcón!, junto a la ropa que está colgada, menos que tú, pero colgada.
Y vais a la habitación, os tumbáis agotados, sin respiración, exhaustos; y en un momento es muy posible que te diga "pensaba que a tu edad…", y tú, como quien no quiere la cosa, le respondes: "descansa, cariño, descansa, que aún nos queda la tostadora, el microondas, la lavadora, la…". Y tú pensabas, y tú pensabas… anda, si estás para esas y muchas más, ¿no?, pues sí.
Del libro ¿Se es viejo a los 60?, tás de coña? (Amazon).