Que no te digan tonterías; despistes siempre los ha habido y a todas las edades; y no porque no te acuerdes de una cosa eres ya mayor o muy mayor, aunque también, obviamente, depende de cuál sea el olvido.
Si, por ejemplo, te olvidas de tu mujer o tu marido en un viaje en tren y la dejas o lo dejas en Antequera, porque te has bajado pensando que era Benidorm, que es a donde ibas… pues qué quieras que te diga, de geografía vas escaso, que Benidorm da al mar y, joé, que el olor a agua marina como que se nota a kilómetros y se introduce en la napia.
Que te has apeado en Arcade y paseas por las calles pensando que estás en el pasillo del tren… pues… no quiero matarte, pero ¿cómo te diría yo sin molestarte? En Lugo hay unos féretros preciosos y baratos… bueno, bueno, ¡qué precios!, ¡pero qué precios! ¡De muerte son los precios!
Que te olvidas de una palabra, no pasa nada; de dónde están las llaves…, tampoco; dónde está tu calle… eso ya…; de que tengo una casa preciosa y se la enseñas a tus amistades desde fuera y resulta que estás en el chalé del vecino y que su mujer crees que es tu mujer… pues Lugo, no queda otra.
Una cosa es ser despistado y otra olvidarse de las cosas y, ya puestos, casi te diría que es mejor olvidarse que despistarse, porque entonces, así, a lo bobo, estás convencido de que el chalé del vecino es tu casa; su mujer, que está como un bombón, tu mujer; para ti la película de ET es un estreno y… pues que te sobra Netflix y reneflix; réflex, no, réflex, a paladas.
Olvidarse en su justa medida tiene su punto, todo son ventajas, se mire por donde se mire; todo es nuevo, la ciudad, la gente, incluso te ves en el espejo y eres otro, pues nuevo. Y hasta si quieres te cambias de nombre, que lo de Gerónimo, como tu abuelo, y mis respectos al susodicho, como que no mola, pero nada. ¿Adónde vas con Gerónimo si no eres indio?, pues a ningún sitio, ¡hombre!, a ninguno.
Lo de ser despistado no es plan, y a cierta edad es perjudicial para la salud. No encuentras tu cartera o las llaves y te pones nervioso, pseudohistérico, la cara se te enrojece como una nécora, vas de un lado a otro, hasta miras en la nevera y en el congelador y no hay quien te aguante. Y mira por dónde, hasta eso de que no hay quien te aguante tiene su punto, porque que de vez en cuando un día no te hablen, que no te den la vara y te dejen tranquilo, pues hasta diría que eso es calidad de vida.
Del libro ¿Se es viejo a los 60?, tás de coña? (Amazon).