La vida y la imagen de los mayores ha cambiado muchísimo en los últimos 30 o 40 años. Cuando yo y todo mi entorno teníamos abuelos vivos existía un tremendo respeto real hacia los mayores. Ellos sólo te daban alegrías, te abrazaban, te enseñaban, te guiaban y te corregían incluso mejor que tus propios padres porque lo hacían con otro tono de voz, de una forma más pausada.
El símbolo de la UDP es un árbol, un baobab, para recordar que antiguamente mayores y jóvenes se reunían bajo los árboles de los entornos en los que vivían y los mayores ayudaban a los jóvenes, les transmitían comportamientos y conocimientos aprendidos durante su vida… enseñaban cómo poder hacer. Y lo más importante, les enseñaban que ellos habían fracasado mucho pero habían levantado la cabeza, porque el fracaso debe ser una oportunidad.
Hay que enseñar a los jóvenes que el fracaso también forma parte de la vida. Los mayores lo sabemos muy bien porque muchas veces somos maltratados por la sociedad y también sabemos que si dejas que te maltraten lo seguirán haciendo. Hay que gritar que somos ciudadanos, que aportamos a este país y que somos fuente de conocimiento para nuestros nietos, nuestros hijos y los amigos que se nos quieran acercar. No es una cuestión del gasto en pensiones, algo que ya hemos pagado y por lo que recibimos de las propias aportaciones que hicimos. El mayor no puede ser considerado como ese viejo que está estorbando.
Ahora las cosas son mucho más rápidas. Mis hijas prestan muchísima atención a sus hijos, pero veo la evolución de mis nietos y sé que todo va más deprisa. Antes las cosas eran más pausadas. Te sentabas con los mayores, les contabas lo que hacías y ellos te hacían partícipe de su propia experiencia, de su propia vida.
Ahora no. Ahora los mayores estamos quejándonos continuamente y por eso estamos en la calle no sólo por las pensiones, las pensiones son una circunstancia, estamos porque no somos visibles para los políticos. ¿Cuántas veces en las últimas cuatro elecciones han hablado los políticos de mayores? Hace unos días estuvimos con el presidente del Gobierno en funciones y no pronunció la palabra “mayores” ni una sola vez. La palabra “mayor” no se pronuncia si no es en sentido peyorativo.
La sociedad antes no veía al mayor como un viejo que no vale para nada y ahora, en muchas ocasiones sí. No se puede generalizar, pero muchas veces lo comprobamos en los medios de comunicación cuando leemos que “un viejo (que a lo mejor tiene menos de 60 años) o un anciano, que aún es más peyorativo, se ha pegado un golpe con un coche”, ¡como si los jovencitos no se dieran golpes con los coches!
El anciano de 60 años no existe, no es verdad, la imagen del mayor ha cambiado porque ha cambiado la sociedad. Mis abuelos trabajaban la tierra y eran mayores de verdad, se les veía realmente mayores, pero ahora, gracias a la medicina, los cosméticos, la alimentación, la actividad, la educación… tenemos una imagen totalmente distinta.
Hay mucha más discriminación ahora que hace 40 años. La palabra “mayor”, englobando en ella a todos los mayores, es discriminatoria. Los mayores somos distintos unos de otros. Ser mayor no es un concepto universal para representar la imagen de todos los mayores. Yo soy distinta a otra mujer de mi edad. Hacer un todo de todo, lo único que consigue es simplificar y la simplificación discrimina.
Por otra parte, hoy la gente no habla para que el mayor la entienda. Ni el médico, ni el economista, ni el recepcionista, ni el que está detrás de un mostrador o una taquilla. Ellos hablan en un idioma de gente joven, muy rápidamente, empleando palabras que el mayor no controla. Antes, la gente se ponía al alcance de su interlocutor, se adaptaba a él. El problema es que a los mayores nos oyen, porque tenemos oídos, pero no nos escuchan. Nos ven, porque tenemos ojos, pero no nos miran. Ese es el verdadero problema.
Las nuevas tecnologías y los adelantos que disfrutamos son muy interesantes pero su valor se pierde con la prisa. Nos ocupa tanto la tecnología que olvidamos dialogar, comunicar, transmitir. Es terrible ver en un restaurante una pareja joven sentada a la mesa mientras cada cual está ensimismado con su teléfono móvil. ¿Es eso la comunicación? Yo creo que no. Antes la gente tenía las tertulias, las peleas, los abrazos, todo era en directo, pero ahora es todo en diferido, simplemente mandas un whatsapp y ya está: “¡Felicidades!”. Pero no le has dado un beso ni un abrazo. ¿Dónde se quedó ese abrazo? Hay cosas que los jóvenes no identifican como peligro, pero los mayores sí, porque sabemos lo que es.
Paca Tricio, Presidenta de la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UDP) y secretaria de la Plataforma de ONG de Acción Social (POAS). Además preside el Comité Asesor de 65Ymás.