Francisco Olavarría Ramos
Francisco Olavarría Ramos es profesional de la comunicación, con experiencia de trabajo en entidades y empresas relacionadas con las personas mayores o personas con discapacidad.
… saber más sobre el autorSábado 23 de diciembre de 2023
2 minutos
Revisando el activismo de organizaciones como CERMI o Plena Inclusión, por citar las más importantes, leo como la palabras reivindicar, exigir, reclamar y vindicar, entre otras, rigen y articulan su comunicación con sus interlocutores, algunos concretos, entes definidos y para con la sociedad en su conjunto.
La insistencia de estos verbos me hace reflexionar, a un recién llegado observador como yo al movimiento, en todo lo que está por equiparar con el resto de la población, que no viven con alguna de las infinitas discapacidades posibles. Pareciera, a simple vista, que detrás de estas organizaciones están exclusivamente centradas en quejarse de lo mal que está todo. Es aquí adonde quería llegar, y poner en valor todo lo que aportan estas entidades que aglutinan a los máximos representantes de la discapacidad, y las personas con esta condición.
Ese malestar general, lógico, lo han transformado en un propósito vital que beneficia a toda la sociedad, aunque no se aprecie ni valore como deberíamos.
Cada conquista, pequeña o grande, de estas entidades agrupadas, humaniza a la diversidad de nuestra especie. Sin sus marchas, recogida de firmas, denuncias e incidencia política para cambios efectivos en las leyes, las personas con alguna discapacidad o con dificultades en materia de salud mental o enfermedades poco prevalentes seguirían siendo los últimos de los últimos.
La discapacidad como asunto político ha pasado de una mirada y labor complaciente a una justa necesidad de acciones encaminadas a conseguir derechos de primera. No se conforman con promesas, quieren su estatus de igualdad y dignidad.
Las familias, las asociaciones, siguen su actividad exigente, porque tienen muchas razones, implicadas en la plena inclusión, la no discriminación y exigiendo los privilegios que les corresponden. Educándonos sobre el correcto uso del lenguaje, también.
Cada entidad, especializada, pero aprendiendo y compartiendo cuando se federan.
Todo lo anterior no lo digo yo, que yo solo lo traigo a la palestra, su existencia es valiosísima, aportando y entregando sus mismas vidas a estas causas. No sólo por ellos, sino por sus “parecidos” y los que vengan o devengan con alguna de estas condiciones tan diversas en el futuro. Son un colectivo constante que persevera con ánimo incluyente.
Las asociaciones de la discapacidad, sus representantes, técnicos y científicos, cuerpos legales, voluntarios y familias reúnen a lo mejor de la sociedad, aunque no lo sepas. Ya no quieren ser las víctimas del sistema, sino los reformadores del sistema. Si tienes oportunidad, agradece sus quejas, porque nos traen mucho bien.
"Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá"