Joaquín Ramos López
Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.
… saber más sobre el autorMiércoles 8 de junio de 2022
3 minutos
Miércoles 8 de junio de 2022
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Con excesiva frecuencia me martillea las sienes esta dichosa preguntita. No puedo explicarme –creo que como mucha gente que se lo cuestiona– el porqué tenemos en España tan altísima cifra de desempleados.
La primera duda que tengo es cómo saber si tantos desempleados son todos los que son, que presumiblemente debiera ser así, y si lo son todos los que están. Y me explicaré más porque no deseo confundir a nadie.
Tomo por correcta la condición de desempleado que contempla el SEPE, personas registradas sin empleo que pueden percibir una prestación o subsidio entre tanto no pasen a estar ocupadas.
Es decir, son personas oficialmente desocupadas o, dicho comúnmente, en situación de paro laboral. Todo ello acreditado y con sus plazos y sus formalidades.
Considero también en situación de paro a aquellas personas que buscan empleo, por su cuenta o con la ayuda (?) del Servicio Público de Empleo de su Comunidad Autónoma y que han agotado o no acreditan derecho a la percepción de subsidio o prestación.
Estimo como “falsos” desocupados perceptores de la prestación, a todas aquellas personas en edad y condiciones para trabajar que desarrollan una actividad laboral furtiva, no registrada, obviamente retribuida, al margen de la contratación laboral regulada por la ley.
Y, por último, estarían fuera de cómputo las personas laboralmente activas, no registradas en los Servicios Públicos de Empleo, no perceptores de ayuda pública económica por eso –que sí por otras carencias– y que tienen ingresos opacos.
Llegado aquí, debo decir que creo incierto que sean tres los millones (redondeo por altibajos) de desocupados que la estadística oficial española viene sosteniendo en la actualidad.
Y lo digo porque el movimiento que aprecio a diario de gentes que transitan a y desde sus puntos de ocupación, la circulación urbana, los desplazamientos de fin de semana, la asistencia a espectáculos, los aeropuertos y estaciones abarrotados en puentes y festividades, me provocan demasiadas veces la retorcida pregunta del título.
Toda esa actividad supone una generación económica que normalmente no admite gratuidades. Todo cuesta algo, todo se paga y sólo se puede hacer si hay ingresos ciertos. Lo poco convincente es que se pueda sostener un determinado nivel económico disfrazando las entradas y presumiendo de las salidas.
Si Ud. consulta, la entiende y se cree la última Encuesta de población activa publicada, sin duda es un ilustrado envidiable. Si además está interesado en computar y comparar cifras de afiliados a la Seguridad Social, empleados en situación de ERTE y ERE, funcionariado y toda suerte de estadísticas elaboradas por el INE al efecto y a eso añade las personas que no están en edad de trabajar, por debajo o por encima, más las inhabilitadas, le auguro que no le cuadrarán las cifras de cuántos somos todos.
Y podrá preguntarse: ¿qué estamos haciendo mal desde casi siempre en España con la responsabilidad laboral? ¿Cómo puede reconocerse que tengamos aún más del 13% de tasa de paro y no encontrar trabajadores para cubrir 100.000 y más puestos de trabajo ofertados? ¿Por qué nos mantenemos siempre a la cola del desempleo doblando la media europea?
Pues se me ocurre que tal lastre se comprende por el fallo sucesivo de legisladores, gobernantes y supervisores de todos los colores que van saltando de pavonearse de las bajadas a excusar las subidas de cifras, sin conseguir nunca centrarnos y mantenernos en el cacareado ser y hacer de los países de nuestro entorno.
Creo y me atrevo a decir también que buena parte de una sociedad conformista y gratificada tampoco ayuda a romper ese maleficio, esa humillante condición que nos cataloga lastimosamente.
Pese a poder ser negado, hay trabajo disponible y somos buenos trabajadores, pero nos empobrece la falta de disposición necesaria en muchos casos para romper y cambiar. Para asumir compromisos que supongan renuncias nobles. Para expulsar a vividores que falsean su pertenencia y faltan al compromiso debido con una sociedad de ciudadanos integrada y solidaria.