Estella Acosta Pérez
Opinión

Las personas mayores cuidadas y cuidadoras

Estella Acosta Pérez

Jueves 27 de marzo de 2025

6 minutos

Lo que cobrarían las mujeres de la 'generación sándwich' si les pagaran por cuidar a sus padres

Jueves 27 de marzo de 2025

6 minutos

De forma habitual y como preocupación evidente, las personas mayores somos receptoras de cuidados, cuando la edad avanzada o los problemas de salud generan distintas formas de falta de autonomía.

La orientación de las políticas públicas debe tener como referencia los derechos humanos y sociales, con especial atención a los grupos más vulnerables y, en el caso de las personas mayores, es evidente la heterogeneidad de situaciones de vida que producen distintas necesidades (biológicas, emocionales o sociales). Necesitamos un análisis integral y complejo, que pueda abarcar las cuestiones medulares que afectan a las personas mayores, sobre la base de su trayectoria de vida, sin estandarizar recetas que olviden su origen de clase, su género, su nivel de estudios, su historia personal de participación en la vida de la comunidad. 

Sobre el papel de los cuidados en el hogar, una parte está desarrollada desde la economía y la sociología feminista, que han definido y aportado conceptos claves. Como dice Victoria Camps: “Las relaciones de cuidado no deben ser relaciones contractuales ni mercantiles exclusivamente, queremos que el cuidado se convierta en un valor públicamente reconocido y en un deber equitativamente repartido

La reproducción de la fuerza de trabajo (o trabajo reproductivo) realizada por las mujeres en el hogar patriarcal, ha sido contabilizada, incluida en el PIB y considerada en todos los análisis sobre la doble jornada o la economía de los cuidados. 

“El objetivo del espacio de producción mercantil capitalista es la obtención de beneficio, por el contrario, el objetivo del espacio del cuidado es el bienestar de las personas. Dos objetivos contrarios, absolutamente irreconciliables.” (C. Carrasco, 2013).

En este sentido, es imprescindible visibilizar la influencia, con distintos tonos y dimensiones, de la idealización o el romanticismo (amor, instinto, sacrificio deseado, etc.). Cambiar el paradigma de una obligación social que puede conllevar cargas y abandono de las propias necesidades, en función de las necesidades de cuidado de otras personas. La igualdad reclama medidas de conciliación y corresponsabilidad, políticas públicas o profesionalización digna de los cuidados. Existen análisis sobre el papel de la maternidad, desde la biología a las emociones, incluida la relación de la crianza con sus trabajos emocionales, la responsabilidad en la transmisión de las pautas de vida en comunidad o las normas sociales coercitivas…

Comienza a tenerse en cuenta a las personas mayores, por supuesto, mujeres mayores, que se ven abocadas a cuidar a personas dependientes. Las consecuencias físicas, emocionales y sociales, están siendo estudiadas aunque no lo suficiente. Habría que señalar de forma contundente, que afecta de forma predominante a las mujeres con bajos ingresos, de clase trabajadora, más vulnerables económica y socialmente. Una brecha más respecto de quienes pueden pagar el servicio completo o aumentar las horas adjudicadas por los servicios sociales. 

Los efectos físicos resultan bastante evidentes porque están identificados en todos los cuerpos de toda persona que cuida y se agudizan con el envejecimiento. Los rastros emocionales y sociales no son tan evidentes, porque la función de cuidar está tan asumida como “natural” que no se visibilizan. Pero existen. Se producen tanto crisis de ansiedad como depresiones, influye mucho en el aislamiento social que puede trastornar con distintas intensidades, dependiendo del estilo de vida o la historia de las relaciones interpersonales o sociales de cada persona mayor que cuida, más todavía si son las 24 horas del día. 

Así como se ha cuantificado la aportación económica de las mujeres en el sostenimiento del hogar, ¿se consideran las tareas de cuidado que realizan las personas mayores? ¿Se han contabilizado en el PIB? ¿Y los cuidados de la infancia? ¿La aportación educativa?

 

Una mujer cobra por cuidar a sus nietos y gana 30.000 euros (Bigstock)

 

Parece tan natural como dependiente, la tarea de cuidar a nietas y nietos, en algunos casos sin opciones, sin pensar en las dificultades en función de la edad infantil, de las tareas a realizar, sin considerar las necesidades de las personas mayores ni sus capacidades físicas o emocionales. Hay situaciones blandas, en tareas o esfuerzos, pero también existen exigencias que sobrepasan las posibilidades reales de las personas mayores. 

Por lo tanto, hay que valorar la aportación en términos de trabajo no remunerado, que puede tener efectos más o menos negativos. El trabajo diario permanente de algunas personas mayores, solas o en pareja, que atienden a sus nietos o nietas, llevando o recogiendo del cole, dando de comer, duchando, acompañando a otras actividades, etc. no siempre se considera por su valor económico y menos aún por la aportación física y emocional.

Más allá de los aspectos afectivos, ese trabajo no remunerado, cumple una función social y económica, que evita la inversión en políticas públicas de cuidado de la infancia, complementa la economía familiar y aporta vivencias y aprendizajes al desarrollo infantil. La mayoría de las personas mayores se sienten gratificadas, aunque demasiadas veces sufren las consecuencias.

Otras aportaciones de las personas mayores han sido muy reivindicadas cada vez que se habla de las pensiones como los únicos, seguros o mejores ingresos de muchos hogares. El sostenimiento de la economía familiar, de la prevención de exclusión, es una de las aportaciones más solidarias. Debería servir para poner en pausa las voces de los detractores de nuestro sistema público. Si las pensiones son una garantía de ingresos, son sostenibles si el empleo es de calidad sin tanta precariedad o bajos salarios, contribuyen a la cohesión social. Además las personas mayores siguen aportando a la economía y a la sociedad con el consumo, el voluntariado o el cuidado, por lo cual es imprescindible tener en cuenta su palabra y sus aportaciones. 

La Silver Economy se ha instalado en nuestra sociedad y los mensajes publicitarios refuerzan estereotipos y prejuicios hacia las personas mayores, en particular los relacionados con la continuidad de la familia tradicional o la vejez idealizada. Superar esos condicionantes es una tarea intensa para las entidades dedicadas a las personas mayores,  inclusive recogiendo  las medidas que se plantean partiendo de estudios o investigaciones.  

No somos un “colectivo” homogéneo, ni los problemas son generacionales, ni sólo demográficos, las políticas públicas tienen que asumir los cambios sociales y culturales, el alargamiento de la vida o la mayor actividad social,  las diferentes trayectorias de vida, donde la visión de clase y de género es ineludible. Ni el edadismo es el mismo, las mujeres pobres sufren discriminaciones o desigualdades más graves que las diferencias de género que pueden sufrir las mujeres solventes. Las personas mayores con pocos recursos, padecen exclusiones elevadas a la enésima potencia si no disponen del poder adquisitivo que la sociedad de consumo reclama. 

Analizando a conciencia las situaciones discriminatorias y los discursos homogeneizadores, la medicalización en unos aspectos, las respuestas elitistas de la caridad en otros, es imprescindible redefinir la democracia, porque sin inclusión, sin justicia social, no sólo no es democracia sino que los derechos, la justicia y la libertad se transforman en desigualdades, precariedad, recortes, en manos del todopoderoso mercado. Porque niegan la esencia social de los seres humanos, la interdependencia que nos recibe en la vida y que nos acompaña al final. Porque el cuidado es un valor público, un bien común, de la solidaridad, en suma, un derecho de la ciudadanía, una responsabilidad compartida.

Sobre el autor:

Estella Acosta Pérez

Estella Acosta Pérez

Estella Acosta Pérez es orientadora y profesora asociada de la Universidad Autónoma de Madrid jubilada. Participa en la Asociación Isegoría y en la Federación de Pensionistas de CCOO.

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