
Jueves 28 de mayo de 2020
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Todavía hay quien protesta por el gasto inconmensurable de las pensiones y pone una cara que dice todo sobre el respeto que siente hacia sus mayores.
Todavía hay quien no entiende el derecho a una pensión no contributiva, sin comprender que hasta no hace tanto tiempo eran pocas las mujeres que accedían al mercado del trabajo en un mundo de hombres porque se les cerraban puertas simplemente por ser mujer y, también por ser mujer, tenía difícil intentar cualquier tipo de formación, ya que tradicionalmente se la suponía destinada al matrimonio y ocuparse de una familia. Las pensiones no contributivas se aprobaron pensando en ellas y también en todos los que por distintas circunstancias, incluso de discapacidad muy profunda, no podían realizar un trabajo.
En épocas de penuria como la que sufrimos, no solo por el coronavirus, sino también porque llevamos años con un mercado laboral en precario –aunque Rajoy logró salvar los muebles en una situación crítica– hay quien muestra reticencias hacia los pensionistas. Ni se molestan en analizar que hay pensiones con las que es imposible la supervivencia sin otro tipo de ayudas y que la máxima, de poco más de 2.000 euros, responde a que el beneficiario, para tener derecho a ella, ha tenido que trabajar más de 30 años y cotizar a la Seguridad Social.
El Gobierno anterior se inventó la jubilación activa. Voluntariamente, un jubilado podía renunciar a la mitad de la prestación a la que tenía derecho y seguir trabajando. Ganaba el trabajador, porque se sentía útil y mantenía su sueldo además de recibir la mitad de su pensión. Ganaba la Administración, porque ahorraba el pago de media pensión y, además, no perdía las cotizaciones del trabajador. Por otra parte, más ingresos suponían capacidad de gasto, continuidad de negocios y por tanto más empleo.
Los pensionistas no son una rémora, todo lo contrario. Han trabajado duro, han cotizado aún cuando esa cotización les pellizcaba una parte considerable del salario. Han pagado sus impuestos y cumplido con sus obligaciones. Lo que reciben del Estado se lo han ganado a pulso, nadie les ha regalado nada.
Ya está bien de las insinuaciones malévolas sobre el coste que suponen para las arcas de la Seguridad Social.