Del plato al cerebro: ¿Puede la dieta prevenir el alzhéimer?
Aleix SalaLunes 31 de mayo de 2021
ACTUALIZADO : Sábado 7 de enero de 2023 a las 8:30 H
5 minutos
Lunes 31 de mayo de 2021
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Como investigador soy realista, pero al mismo tiempo optimista. Realista, porque soy consciente de que no vamos a curar la enfermedad de Alzheimer con la dieta. De hecho, en los congresos científicos veo que por ahora tiene poca relevancia y supongo que estamos igual que estaba la investigación cardiovascular hace treinta o cuarenta años. Y precisamente por este mismo motivo soy optimista: si hace unas décadas nadie apostaba por la conexión entre dieta y enfermedad cardiovascular, hoy el médico nos quita la sal inmediatamente después de quitarnos el tabaco. La semejanza entre ambas enfermedades nos anima a creer que la dieta va a ser una aliada poderosa en la lucha contra el alzhéimer por diferentes motivos.
En primer lugar, ambas enfermedades implican una acumulación de una sustancia en un sitio que no debería (grasa en las arterias, beta-amiloide en el cerebro). Segundo, son enfermedades silentes y traidoras (no aparecen de la noche a la mañana, sino que son el fruto de años, probablemente décadas de evolución). Tercero, comparten factores de riesgo. Y cuarto, tenemos mecanismos para ir siguiendo su evolución mucho antes de que aparezca la sintomatología, aunque en el caso del alzhéimer están más restringidas al uso en investigación. De ahí viene mi convencimiento que aquello bueno para el corazón, será bueno para el cerebro.
La investigación sobre dieta y alzhéimer es escasa, comparada con la enfermedad cardiovascular o el cáncer. Pero ya sabemos un par de cosas.
Por un lado, que con la edad aumenta la oxidación, un proceso bioquímico que, a la larga, puede provocar lesiones y causar degeneración de la función cerebral y de ahí la importancia de comer alimentos ricos en antioxidantes. En este sentido, cabe destacar que tienen un gran interés las semillas, puesto que contienen el material genético para perpetuar la especie y la biología las ha dotado de mecanismos para protegerlo. Y precisamente los antioxidantes son uno de estos mecanismos protectores. Por este motivo, el consumo de frutos secos (¡sin tostar!), café, cacao o legumbres es beneficioso para el cerebro.
Por otro lado, sabemos es que la inflamación del cerebro (neuroinflamación) se ha identificado como un mecanismo clave para la aceleración de la enfermedad de Alzheimer y por este motivo es bueno incluir en nuestra dieta alimentos ricos en componentes anti-inflamatorios, como el pescado azul o el aceite de oliva virgen extra.
¿Qué se necesita en la investigación?
Lamentablemente, mucha de la investigación en humanos de la que disponemos es del tipo llamado “observacional”. Para poner un ejemplo, centrémonos en el pescado azul. Hemos identificado asociaciones del tipo “la gente que consume más pescado azul tiene menor riesgo de sufrir alzhéimer”. Pero esto no nos permite establecer que hay una relación causa-efecto entre el pescado y el alzhéimer, puesto que la gente que come pescado azul probablemente también comerá otros alimentos saludables, hará más ejercicio, o se cuidará más.
Para poder establecer esta relación causa-efecto, nos faltan estudios llamados “aleatorizados con control”, donde un grupo de participantes suplementaría su dieta con un número de raciones por semana de pescado, mientras que otro grupo (con características similares) seguiría con su dieta habitual pero sin comer el alimento testado (nada de pescado). Tras años de seguimiento, podríamos ver si la aparición de alzhéimer es menor en el grupo que ha comido pescado y ahí sí que podríamos establecer si hay o no causa-efecto.
El problema subyace en el hecho de que todavía estamos a los albores de este paso, y debemos ser precisos en el diseño. ¿Cuál es la mejor población en la que hacer estudios de este tipo? ¿Qué alimento testar? ¿Con qué frecuencia deberá comer el alimento a testar el grupo que lo incluya en su dieta? ¿Cómo afectarán otros alimentos de la dieta? ¿Y el estilo de vida más allá de la dieta?
Además, todo se complica cuando estamos tratando con una enfermedad de curso lento y de la que todavía desconocemos el porqué y el cómo. Esto hace que estos estudios sean costosos y que necesitemos paciencia para tener resultados.
La parte positiva es que los estudios van apareciendo. Por lo general, los mayores beneficios se observan en aquellas personas con mayor riesgo de sufrir la enfermedad. A la espera de tener más certezas, debemos tener en mente tres cosas:
- Pequeños cambios en la dieta en la dirección correcta son poderosos para prevenir (o al menos retrasar) la aparición de enfermedades asociadas al envejecimiento, incluyendo el alzhéimer.
- Nunca es demasiado temprano (ni demasiado tarde) para empezar a cuidarse.
- Tenemos la suerte de disfrutar de la Dieta Mediterránea, con abundancia de alimentos ricos en antioxidantes y compuestos anti-inflamatorios. No la dejemos perder. En la medida que podamos, planifiquemos menús. Compremos producto fresco (y de aquí) una o dos veces por semana. Cocinemos en casa, liberémonos de alimentos ultra-procesados. Procuremos que cocinar y comer sea placentero para toda la familia. No permitamos que se pierda nuestra herencia culinaria.
En definitiva, dediquemos algo de tiempo y esfuerzo a la dieta. Si uno tuviera el mejor coche del mundo, ¿verdad que le pondría la mejor gasolina? ¿Por qué no hacemos lo mismo con nuestro cuerpo, la mejor máquina (e irreemplazable) jamás creada?
Artículo de opinión del Dr. Aleix Sala, investigador Miguel Servet en el Barcelonaβeta Brain Research Center.