Joaquín Ramos López
Opinión

Prisa, espera y desespero

Joaquín Ramos López

Miércoles 27 de noviembre de 2024

3 minutos

Prisa, espera y desespero

Miércoles 27 de noviembre de 2024

3 minutos

Algunas experiencias de estos últimos días me llevan a formar esta especie de pack lingüístico con el que construiré el artículo que sigue. Con él trataré de conciliar necesidades y sus manifestaciones, derivadas de algunas circunstancias habituales.

Parece generalmente aceptado que la prisa es mala consejera, aunque nos olvidemos con frecuencia de esa suerte de aforismo y ahora mismo sea conducta ordinaria entre nosotros.

Por otro lado, la espera, esa paciente –o no tanto– disposición social necesaria para acceder a los servicios más comunes que compartimos los humanos, cada vez se configura como una incómoda dependencia.

Ambas situaciones sociales se suelen emparentar a menudo con el desespero. Ese disgusto que sentimos por las sensaciones, previas y/o posteriores que supone resultarnos una arbitrariedad.

Debo decir, que tales sucesos tienen su potencial remedio y cuentan con el apoyo de algunas menores virtudes. A la prisa se le puede combatir con la previsión.  A la espera, le hace mucho bien la paciencia. Y al desespero, le conviene mucho la comprensión.

Eso sí, en todo caso, deben precisarse esas “terapias” solo excepcionalmente, y entenderse como suave paliativo y no solamente como inconveniencias que conforman a la voluntad y tranquilizan el espíritu, sin justa compensación.

Porque el actor causante del fastidio –razonado– puede tener a su favor la contrariedad involuntaria de la cadena de relaciones a la que estamos sujetos todos. Pero, tampoco merecemos la condición de víctimas propiciatorias.

Y a esos mismos actuantes, honorables semejantes llamados al servicio de todos los demás, también les puede hacer bien otras virtudes menores, o sus homólogas prácticas, como la racionalidad y la sensibilidad, para actos y personas, por estar tantas veces “olvidadas” bajo el refugio de su exclusividad.

Puedo contarles que, en poco tiempo y con algún gasto en observación, he podido comprobar algo y repetido mucho de lo resumido anteriormente. Incluso semejante para espacios, momentos y actores muy diferentes. 

En una ocasión llegué anticipadamente a una visita médica debidamente programada y fue atendido 32 minutos más tarde. La explicación recibida, tras excusarse “por defecto” la profesional sanitaria, se justificó con que le gustaba atender bien al paciente y ¡sólo le daban 15 minutos para hacerlo!

Se supone que, a mi hora programada, el paciente anterior debía estar atendido por lo menos un cuarto de hora. La racionalidad del servicio falló y pudo motivar mi desespero; que controlé con una dosis de resignación.

No hace tanto hice un vuelo con la versión “priority” y algo más tarde hice igual para los accesos de un crucero marítimo. En ambos casos falló la diferencia de calidad prometida y comprobé que el público viajero comprendía esa versión como mal menor de la otra estándar. O sea, se imponía la mala espera injustificada. Y se dio el desconsuelo frente a la mascarada comercial.

Y si Ud. recuerda gestiones propias y busca comparaciones amigas, convendrá que es habitual y se acepta de mala gana, y aumenta a diario, esa postura victimista de conformarse “con los tiempos que corren” ante tantas prisas de acabar los encargos, tantos retrasos (esperas) de las entregas y esa atención desconsolada al cliente, que responden –mal– a las necesidades vitales de hoy.

Como no se si Ud. tiene prisa ahora mismo, dejo aquí mi artículo, más breve de lo que acostumbro, para compensarle algún minuto de lecturas anteriores, me disculpo si lo esperaba la semana anterior y le ofrezco un abrazo de consuelo a cuenta de aplacarle la próxima pataleta que pueda sufrir.

Sobre el autor:

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.

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