Ya hablamos en alguna “píldora” anterior sobre el llamado corte de digestión. Algo que ha triunfado en la cultura popular, pero que realmente no existe. La digestión tarda bastante más de esas dos horas que madres y padres ponen como necesaria espera. Lo que puede ocurrir y a veces en forma de accidente serio es la llamada hidrocución que puede producirse cuando el organismo cambia bruscamente de temperatura. Y está más relacionado con el ejercicio previo al baño que con la comida. El consejo que se impone es que NUNCA debe uno meterse al agua de golpe, especialmente si se ha estado mucho tiempo al sol, o, como suele ocurrir, se ha pasado un largo rato jugando a las palas o al fútbol.
En relación al baño hay dos problemas muy comunes. Uno es la conjuntivitis y otro, del que se habla menos es la oreja del nadador. Se llama también “otitis de las piscinas”. Es una otitis frecuente, externa y se debe al baño en piscinas con agua contaminada o con exceso de cloro. El baño, la ducha posterior y un deficiente secado, permiten que la humedad macere toda la zona con lo que abona el campo para la acción de los gérmenes. Se manifiesta con dolor fuerte –que aumenta cuando se mueve la oreja– y con supuración.
En cuanto a la conjuntivitis –casi siempre debido a las clamidias– se produce en las piscinas con mala cloración de las aguas. No tiene relación alguna con el enrojecimiento de los ojos tras el baño que se produce por la irritación inmediata del cloro sobre la superficie del ojo. La conjuntivitis aparece hacia los 7-8 días del baño y se manifiesta con una pequeña rojez, molestia ante la luz, lacrimeo y –detalle a tener en cuenta– con inflamación de los ganglios del cuello. Aparece en un ojo y días más tarde en el otro. Se impone una visita al oftalmólogo que, seguramente, recomendará el uso de antibióticos generales.
En cuanto a las piscinas, hay un reglamento que todas deben cumplir, siempre que no sean exclusivamente familiares. Por ejemplo, debe haber un canalillo de 40 cm por el que discurra el agua alrededor de la pileta, para que el bañista se lave los pies antes de entrar en el agua. Y tiene que haber duchas en cantidad proporcional al número de bañistas previsto. Los bordes de la piscina deben estar redondeados y los azulejos enteros. Recuerde que un azulejo roto puede cortar como un cuchillo. La limpieza del agua viene medida por lo que el reglamento dice: un disco negro de 15 cm de diámetro, colocado a una profundidad de tres metros debe ser visible desde el borde del vaso de la piscina a una distancia de 10 metros.
No se puede entrar vestido o calzado, ni pueden entrar animales aunque vayan acompañados por sus dueños. Y aunque en algunos lugares se sirven bebidas en recipiente de cristal, es una costumbre que debería eliminarse. Por mucho cuidado que se ponga es inevitable que en algún momento se rompa una botella o un vaso, con el riesgo que eso implica. Y recuerde que la única garantía de que el agua de la piscina está bacteriológicamente en condiciones nos la da el cloro residual; es decir, la molestia en los ojos por el cloro y su inevitable olor a lejía. Es molesto; pero es la garantía de su buen estado.