Joaquín Ramos López
Opinión

¡Que usted lo pase bien!

Joaquín Ramos López

Miércoles 11 de enero de 2023

4 minutos

¡Que usted lo pase bien!

Miércoles 11 de enero de 2023

4 minutos

Las gentes, cuando se encuentran o se despiden de conocidos suyos, normalmente se saludan con muestras de simpatía y afecto, más o menos intensos según sea el grado de empatía alcanzado entre ellos, el tiempo, el lugar y la ocasión de volverse a ver e incluso el estado de ánimo que les acompaña en ese momento.

En otros encuentros entre personas no conocidas suele recurrirse a modos de saludar más formales y estereotipados, donde lo cordial da paso a la educación justa de quedar bien o de cumplir con una costumbre racionalmente admitida.

Se dan salutaciones, o sea saludos más ceremoniosos y de algún reconocimiento hacia el saludado, cuando se quiere agradecer la suerte del encuentro o el mérito del encontrado respecto del favor de quien saluda. Y, por demás, si se le añade alguna pleitesía, cualquiera que sea la fórmula utilizada.

Con los familiares y los amigos ciertos, suelen ser encuentros que respiran emotividad cariñosa uniendo deseos y plácemes de palabra con muestras supremas de aprecio en forma de abrazos u ósculos y apretones corporales.

Pero también se dan, y mucho más, encuentros entre no conocidos. Aquí la cuestión del saludo y la despedida queda algo desdibujada de lo anterior. Porque no se trata de practicar el saludo como prueba de una ilusión o satisfacción de estar con alguien, o de un deber o relación no personal.

En la actualidad, saludarse también se ha simplificado mucho y se ha internacionalizado lingüísticamente. De ahí que oigamos habitualmente ciao y addio, o hello y bye, por hola y adiós; o un castizo qué passa tío, que bien valen por inspirar simpatía.

Y otra cosa es saludar exclusivamente por educación, o no, a un transeúnte que se cruza en nuestro camino sin nadie más en esa calle vacía; o del que estamos cerca en el andén de la estación esperando al tren; o en la sala de espera del doctor; o ese compañero de asiento del autobús; y de aquel quien baja por la escalera o sube en el mismo ascensor al que accedemos.

Circunstancias esas cada vez más distanciadas de un deseable saludo que debiera probar la conveniente necesidad de comunicarse para sentirse miembro reconocido de la comunidad humana. ¡Qué bueno sería recuperarlo por la escuela e inculcarlo en el hogar!

Me pregunto si a los humanos nos importa saber del otro semejante que pasa por nuestro lado, si nos gusta o da igual quien sea o le pase a tal desconocido, con el que nada nos une.

Y recuerdo unos programas televisivos de naturaleza en los que los animales se acercan, se observan y se dan a conocer, cada uno según su instinto, y asumen el encuentro, para confirmarlo o desentenderse, con actos propios corporales de su especie.

Al respecto pienso en cómo un adiestrador de perros enseña a sus dueños a domesticar a sus mascotas y, de principio, a dejarles que reconozcan a sus congéneres mediante el olfato en su trasero al coincidir en el paseo diario. Pues sí, esa es una forma de encontrase y reconocerse –saludarse– entre ellos.

Vengo a este querer contar diferencias en los usos de los saludos porque, también en estos comportamientos, la evolución social ha traído a los encuentros y despedidas nuevas maneras de hacerlo, más ligeras, desenfadadas y globalizantes. Modos que pueden convivir con fórmulas del pasado reciente aún en uso y que dieron paso a su vez a otras ancestrales, de grato recuerdo costumbrista y literario.

En los momentos actuales el qué tal, fulano o como te encuentras, mengano”, puede ser de lo más común a la hora de encontrarse o llegar a la cita. Al despedirnos, es frecuente decirnos un adiós, esa derivación simplificada de los irse o quedarse a la paz de Diosy sus muchas derivaciones populares.

Ahí están por ende nuestras equivalencias lingüísticas del saludo español así considerado, como el catalán “adèu-siau”, el vasco “agur” y el gallego “adeus” que, asimismo, todos incorporan variaciones propias de la costumbre y el lugar.

Algo más coloquial o próximo se podría considerar el uso de fórmulas apoyadas en el propósito de un próximo encontrarse, cuando decimos hasta luego o hasta pronto, o similares como hasta más ver o hasta siempre, cuando no esperamos vernos a menudo.

Por supuesto que un saludo puede componerse con un deseo concreto y es habitual que se refiera a la salud, la fortuna, el buen resultado de algo por venir, y las gentes lo añadan tras haberlo motivado la conversación derivada de ese encuentro. Otro más completo es el de querer ser especialmente cortés.

De eso y por esto el titulado de este texto. Me viene de un querido profesor de mi primera enseñanza a quien le gustaba despedirse de nuestros padres y sus alumnos de esa manera y que debía utilizar preferentemente en sus relaciones sociales en general.

Yo, que reconozco me encantan las formas de hablar que aportan mensajes de entendimiento y pueden transmitir deseos de agradable relación, me permito decirle adiós, estimado lector, desde estos primeros días de enero con un “Que Ud. lo pase bien (este 2023)”

Sobre el autor:

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.

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