No contentos con los trastornos alimentarios ya conocidos, como la anorexia o la bulimia, parece que queremos ampliar el catálogo con el síndrome del atracón, o con el último grito, que sería la ortorexia; es decir, la obsesión por la alimentación que creen adecuada atribuyendo a determinados alimentos virtudes exageradas.
Empieza ya a mostrarse en muchos sectores arrastrados, normalmente, por la manía de un personaje mundialmente famoso. La ortorexia es la obsesión patológica por la comida sana. O dicho de otra forma: si la anorexia o la bulimia es un trastorno por la cantidad de comida, la ortorexia lo sería por su calidad. Y normalmente se parte más de creencia que de ciencia. Se atribuyen a determinados alimentos unas virtudes excesivas y, por tanto, empiezan a participar de la religión que cree que a través de una dieta muy especial van a alcanzar la plena y permanente salud; creen que todo proviene de la dieta y que una dieta inadecuada –o que no se ajusta a los patrones que ellos creen– es la causa de todos los males.
Ya dijimos muchas veces que de la salud hay que ocuparse, no preocuparse. Y mantener esa preocupación constante por la dieta es un síntoma de pérdida de salud. Por ejemplo, analizan continuamente los componentes de lo que comen. Eliminan todo lo que sea sospechoso de tener sustancias artificiales, pesticidas, herbicidas… Y claro, uno de los riesgos es que se eliminan de la dieta grupos de alimentos que pueden ser básicos y se corre el riesgo de padecer anemias o carencias vitamínicas o minerales.
Es el caso de la actriz Julia Roberts, por ejemplo, que toma litros y litros de leche de soja al día; y lleva en su bolso, permanentemente, un litro de leche de soja. Winona Ryder sólo toma Coca-Cola orgánica, Jean Paul Gaultier toma 68 zumos de naranja al día y Mel Gibson no come pechuga de pollo porque cree que desarrolla las mamas del varón (seguramente se basa en informaciones ya obsoletas de cuando se engordaba a los pollos con hormonas. Como el pollo era la comida más frecuente en internados y en colectivos, la dieta abundante en pollos hormonados llegó a crear algunos casos de ginecomastia o de desarrollo mamario en varones. Pero hace ya años que el engorde de pollos con hormonas está prohibido).
Un psiquiatra americano que padecía el problema y que luego se convenció de que era un error, ha elaborado un test para detectar el trastorno.
¿Quiere saber si es ortoréxico? Hágase estas preguntas.
- ¿Pasa más de 3 horas al día pensando en lo saludable de su dieta?
- ¿Se preocupa más de la calidad de los alimentos que del placer de comerlos?
- ¿Cree que con la calidad de su comida aumenta su calidad de vida?
- ¿Se siente culpable cuando se salta sus normas dietéticas?
- ¿Le aisla socialmente su manera de comer?
- ¿Se ha vuelto más estricto consigo mismo?
- ¿Aumenta su autoestima cuando cree que come alimentos sanos para su salud?
Hay que insistir: la obsesión nunca es buena. Y hay que ser consciente, pese a esas campañas que nos asustan diciendo la basura que comemos, de que nunca se ha vivido ni tanto, ni tan bien como ahora.