Llorar disminuye la tristeza y la cólera hasta en un 40 por 100, porque las lágrimas logran la aparición de analgésicos naturales y permiten eliminar toxinas y sustancias que nos provocan estrés. Aunque también es verdad que además de descargar tensiones, muchas veces las utilizamos como chantaje. Como titulaba la revista QUO, más de la mitad de las mujeres y el 20 por 100 de los hombres las derrama “para salirse con la suya”.
Un prodigio químico
Una lágrima es una secreción de los ojos para impedir que su superficie se seque y para lubricar y permitir que se mueva con libertad dentro de su órbita. Pero es una maravilla química. Si fuera solo de agua la superficie se secaría enseguida. Por eso hay otras glándulas que segregan un poquito de grasa, para que así se forme sobre la superficie del ojo una película mucho más resistente. El 98 por 100 de la lágrima es agua. Pero ya desde niños en que alguna vez entre suspiros hemos sorbido alguna, sabemos que son un poco saladas. Tiene agua en su mayor parte, pero también oxígeno, sodio, potasio, calcio, magnesio, hierro, cobre, cloruros, bicarbonato, fosfatos, glucosa y otros hidratos de carbono. Y sustancias tan poco sospechadas como amoniaco o colesterol, incluso histamina y sustancias proteicas. Total: por lo menos 82 componentes. Y lo más importante: cada uno de ellos tiene su misión específica.
Se calcula que producimos una lágrima cada media hora, o sea, un gramo de lágrima diario.
El mecanismo físico del lloro independientemente de que sea por un golpe o por picar una cebolla, es siempre el mismo. A la glándula lacrimal llegan las fibras simpáticas y parasimpáticos. Cuando estas terminaciones nerviosas se estimulan, liberan un mediador, una especie de mensajero que despeja el camino, aparta lo que le estorba y después aprieta una bolsita de agua para que salga la lágrima.
Lacrimación
Hay muchos tipos de producción de lágrimas. El más común es el llamado basal y es el que responde a la necesidad orgánica del ojo. Es la lágrima que riega la superficie, la que permite el lavado del ojo, la lubricación, el funcionamiento.
Hay otra lacrimación refleja. El caso más típico es cuando algo se mete en el ojo. Entonces ese ojo (lo independizamos incluso de nosotros mismos) es el que llora. Es un mecanismo de defensa. El ojo produce agua, para que cualquier mota de polvo pueda salir con el líquido. El mecanismo es el mismo que se cuando se pica cebolla. El vapor de la cebolla irrita el ojo que, para defenderse excreta lágrima Este tipo de lágrimas como no tienen función nutritiva alguna, sino solo la de limpiar y evacuar, tienen una composición distinta, con muchas menos proteínas. También tenemos un lagrimeo psicológico exclusivo del ser humano.
De todos modos hay dos tipos de lloros psíquicos. El que los especialistas llaman patético que es el del sufrimiento, el del dolor físico, el de la vergüenza, el del miedo. Y ese otro llanto de emoción, de sentimiento, muy elaborado anímicamente, de estrato superior y que los técnicos llaman estético. Se produce en los dos ojos y suele acompañarse de un exceso de secreción salival. Por eso se traga, por eso se suspira.
Por qué
Las causas de esta lacrimación psíquica son muy diversas. Y en principio debe desterrarse la idea de que es un indicativo de cierta debilidad. Es un sentimiento de ternura que va incrementándose con la edad. A más edad, se tiene la sensibilidad más a flote, se le escapa a uno antes la lágrima emocional. Es significativo el llanto de los padres en la boda de un hijo o una hija.
El llanto de reencuentro añade además otros matices. No es sólo la emoción que produce ver a los seres queridos, sino que también hay una acumulación de tensiones que se liberan así. Todo lo que se esperó, todo lo que se fue elaborando mentalmente se suelta de golpe en ese abrazo que sirve para acabar con la tensión psíquica. Es como cuando ante determinados sucesos se tienen ganas de llorar. Es la reacción ante una tristeza, una sensación de pesar en que se siente que el llanto es una liberación.
Hay un tipo de lágrima que es el de sublimación. El profesor Murube del Castillo, que es un gran especialista en esta cuestión, y que nos ha brindado muchos de sus conocimientos, habla de esa lágrima sublime: la de la madre emocionada que mira a su hijo en la cuna. No llora para pedir nada, sino para ofrecer. Sería una especie de rendirse ante el rendido para mostrarle que está a su disposición.
Hay también un llanto de quien quiere dar pena. Y los niños en esto, son unos maestros. En muchas ocasiones ponen en marcha ese mecanismo sólo para dar esa sensación a su alrededor. Son como los actores.
Y por último podríamos hablar de la lacrimación histérica que no es privativa de mujeres y que se comprobó en muchos pilotos de guerra durante la segunda confrontación mundial.
Las lágrimas del cocodrilo
Suelen identificarse las lágrimas de estos animales con la hipocresía más absoluta. Se les escapan cuando devoran a sus víctimas, pero no porque lo sientan, sino porque su anatomía ha colocado las glándulas salivares y las lacrimales tan juntas que se excitan de manera simultánea.