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Miércoles 3 de junio de 2020
2 minutos
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Se ha dicho siempre que la envidia es el gran pecado de los españoles. Incluso desde nuestro país nos acusamos de ser sobre todo, envidiosos; que aquí no se perdona el éxito. Y merece la pena reflexionar sobre ello, porque nos llega a parecer un mal inconfesable. Nos podemos calificar de desordenados, ambiciosos, perezosos o soberbios.
Literalmente, proviene de invidere, verbo latino que significa "no ver" y que por extensión podemos definir como "mirar con malos ojos". Se puede definir como la tristeza ante el bien ajeno o el sufrimiento de una persona al ver lo que otra tiene o ha conseguido.
Es verdad que se puede tener una envidia razonable, pero se habla de envidia, no cuando se desea el triunfo o lo que otro tiene, sino cuando el bien o el triunfo de otro nos causa malestar.
Díaz-Plaja en su famoso El español y los 7 pecados capitales dedica un amplio capítulo a la envidia. Y tiene apreciaciones muy interesantes del idioma. Por ejemplo, recuerda que hablar mal de alguien es “darle gusto a la lengua”; o ese refrán presidido de “Piensa mal y acertarás”. O el trabajo que cuesta admirar a alguien cuando se emplea la frase “hay que reconocer que Fulanito lo hace bien” como si costara esfuerzo aceptarlo.
Es verdad que un poco de envidia puede ser sana y hasta estimulante, porque motiva un logro. Es la que nos mueve a conquistar algo; la que origina la movilidad social, el ascenso, las metas. Pero no tiene relación alguna con la envidia nociva, esa que hace sufrir por el bien ajeno.
El envidioso sufre y mucho. No está contento con su vida. Le falta lo que envidia y no disfruta de lo que tiene. Incluso sus ambiciones están truncadas.
Pos eso, la dosis de envidia que todos tenemos debemos orientarla hacia la emulación, que es otra forma de reconocer el bien ajeno. O sea, reconocer los valores de los demás y tratar de emularlos. Eso es reconocerlos y admirarlos. Sería una forma de prevención de la envidia porque la sociedad ayuda a crearla. Si seguimos con la idea de que es más importante tener que ser, no cabe duda de que fomentamos la envidia.
Tomemos conciencia de que en la vida hay muy pocas cosas importantes. Y si miramos con un poco de perspectiva podemos concluir que analizar lo que los demás tienen es una lamentable pérdida de tiempo. Y además no nos permite disfrutar de lo que cada uno de nosotros posee.