En la práctica, ningún especialista serio se atrevería a hablar del síndrome postvacacional. Y sin embargo, está ahí. Y si en el plano físico los rasgos no están muy bien definidos, desde el punto de vista psicológico sí parece tener un perfil claro. Muchos expertos quieren quitarle entidad. Y sostienen que como estamos en una sociedad cada vez más medicalizada, tenemos la costumbre de pedir ayuda a la medicina ante el más mínimo problema.
Pero es que a la vuelta de las vacaciones aparece esa apatía, esa desgana, ese aburrimiento por volver “a lo de siempre” y queremos ponerle nombre médico para que nos lo resuelvan los demás. Y lo llamamos síndrome de vuelta al trabajo, dificultad de readaptación, o una pequeña depresión del retorno a lo cotidiano. La realidad es que la vuelta se convierte en una cuesta arriba que se adjetiva de hastío, desgana, falta de motivación, desencanto…
Si pensamos que hasta un 70 por 100 de personas no se encuentran cómodas en sus puestos laborales, se entiende mejor el problema. Porque entonces al disgusto crónico se suma volver a lo de siempre. Y de ahí que ese síndrome lo padezcan más los que tienen pocas expectativas profesionales, los que tienen el trabajo solo como un medio para vivir y no esperan de él más que la compensación económica.
¿Soluciones?
Las hay. Una de ellas es tener un proyecto para la vuelta. Y desde luego racionalizar la situación pensando en que si no está el trabajo y la rutina, no es posible un periodo vacacional. Es decir, que sin esto, no hay aquello. Y reconocer que en el fondo no es más que un miniproblema de adaptación. Como la incomodidad de la corbata y el cuello abrochado. Ocurre lo mismo con esa otra corbata laboral, que habla de horarios y rutinas, y esperas, y envíos y jaleos administrativos.
Hay que preparar la estrategia para que esa adaptación no dure más tiempo de lo debido. Y un buen sistema es repasar esas vacaciones. Comprobar cómo el cerebro se ha ido aireando, cómo se han oxigenado ideas, renovado ilusiones, renaciendo amistades, encuentros, charlas.
Y ser realistas. A la gran mayoría las vacaciones siempre le parecen cortas.
Desde luego parece haber una serie de factores que lo favorecen. Muchas personas, por ejemplo, realizan una ruptura drástica de las vacaciones, de manera que cuando se regresa al trabajo,el reloj biológico todavía está descompensado.
Si es de los que lo sufre, es recomendable regresar un par de días antes. El reencuentro con el entorno, facilita el último eslabón de la adaptación, que es el punto de trabajo. Además, esos días servirán para adaptar el patrón de sueño, que parece una de las causas de este problema. Es bueno crearse una ilusión.
Refuerce su alimentación
Muchos aspectos de las horas bajas, se relacionan con un déficit vitamínico. Incluso muchas depresiones incipientes, pueden tener este origen. Para evitarlo, debe aportar a su organismo las vitaminas que en este aspecto resultan básicas. Por ejemplo, es útil recurrir a todos los alimentos que nos puedan proporcionar vitaminas del grupo B, como son verduras de hoja verde, pimiento, tomate, carnes. También es útil acudir a los alimentos ricos en hierro porque quizá ese cansancio pueda estar relacionado con un déficit de este mineral. Carne roja, legumbres, pescado azul. Y no olvide entonces aportar vitamina C con frutas como la naranja, porque así permitirá una mejor absorción del hierro. Y recuerde que siempre es mejor hacer cuatro o cinco comidas pequeñas al día, que dos copiosas.