Se puede calcular que un 20% de la población va a sufrir algún problema alérgico a lo largo de su vida. Pero un porcentaje mucho más elevado sufre la alergia de contacto, una especie de erupción que está provocada por una especial sensibilidad a algunos metales.
El metal de una pequeña hebilla puede ser suficiente. Muchas mujeres, por ejemplo, no pueden soportar metales que no sean nobles: la hebilla de un reloj o pendientes de fantasía provocan enrojecimiento y picor, para acabar formando unas ampollitas y una costra. Para quien padece este tipo de alergia es fácil localizar la causa. Y eliminándola, desaparece el problema.
Pero quede claro que nunca podrá usar nada que contenga los metales a los que está sensibilizada.
La mayoría de la población desconoce que el níquel es uno de los causantes más frecuentes. Es un material que está contenido sobre todo en bisutería y en monedas y es el alérgeno más frecuente en la mujer (afecta a un 25%). La forma clínica más común es el eccema, una afección cutánea con vesículas rojizas que forman placas irregulares con costras y escamas. Pican mucho y son muy molestas.
El problema es de tal envergadura (no en gravedad, sino en incidencia) que la Unión Europea trata de contenerlo con directivas que limiten la concentración de níquel en monedas y en objetos que puedan entrar en contacto con la piel.
Aunque el problema es fundamentalmente femenino, el varón tiene también su alergia de contacto particular, pero normalmente asociada al cromo (presente en el cemento). Más del 8% de varones presenta esa alergia.
La dermatitis de contacto
Se trata de una reacción inflamatoria cutánea producida por la acción de agentes irritantes sobre la piel. También se puede originar por un mecanismo inmunológico de hipersensibilidad retardada que está determinada por el contacto del organismo con sustancias con capacidad sensibilizante, como es la dermatitis alérgica.
La consecuencia más común es el eccema.
No siempre se debe a la presencia de metales. Otros elementos capaces de producir esta reacción son algunos compuestos del tinte del pelo (la parafenilendiamina), algunos perfumes, el tiurán (antioxidante del caucho, presente en guantes de goma, calzado, piezas de automóviles); o el látex, que está presente en preservativos, guantes quirúrgicos...
Edema y urticaria
Cuando se habla de alergia y piel deben mencionarse también dos problemas que suelen estar asociados: los edemas y la urticaria. No es preciso definir la urticaria: manchas rojizas más o menos elevadas que pican y escuecen y que se localizan en la parte superficial de la piel.
Sin embargo, el edema no. El edema se debe a una inflamación de las capas profundas de la piel. La urticaria pasa con cierta rapidez. Y en algún momento de nuestra vida, veinte de cada cien ciudadanos vamos a padecer algún tipo de urticaria. En la mayoría de los casos no encontraremos la causa. Será algo que se haya comido, pensamos.
Una prueba que suele hacerse es lo que se llama escribir sobre la piel. En muchos casos esa línea se convierte en una roncha alargada, lo que indica la tendencia a la urticaria. Es lo que se llama dermografismo. Y es lo que indica, sin duda, que nuestra piel tiene una especial sensibilidad.
Por cierto, cada 5 centímetros cuadrados de piel humana contienen 19 millones de células; 60 pelos; 90 glándulas sebáceas; 5,80 metros de vasos sanguíneos; 625 glándulas sudoríparas y 19.000 células sensoriales. A lo largo de la vida media de un individuo –alrededor de 75 años– mudamos más de 20 kilos de piel. Es decir, renovamos 20 kilos de células muertas de la piel.