¿Qué ocurriría, si en una clase cualquiera, de un centro educativo cualquiera, de una autonomía cualquiera, un niño diabético tuviera una urgencia? Es para meditarlo. Porque esa diabetes está diagnosticada por lo menos en 30.000 escolares españoles (menores de 15 años) y cada año se identifican mil más.
Es decir, no es una situación que pueda considerarse tan rara como para no tomar medidas y pedir el centro, a los profesores y a quien corresponda, que se tome conciencia de este problema. Que lo es. Porque un diabético con la enfermedad de tipo 1, la más llamativa (y no se puede olvidar que ese tipo 1, se denomina infantil o juvenil) puede padecer si no tiene un buen control los dos problemas urgentes que acechan en la diabetes: la hipoglucemia y el coma. Si se pasa en la dosis de insulina, si hace excesivo ejercicio, si no come lo adecuado, puede encontrarse sin la suficiente cantidad de azúcar en sangre. Como consecuencia, surge debilidad general, sudor frío, nerviosismo y hasta pérdida de conocimiento.
Si se conoce el problema, un vaso de zumo azucarado, un terrón de azúcar o un par de piezas de fruta es suficiente para resolver la situación. Pero hay que conocerlo. En el extremo opuesto está el coma. O por no ponerse insulina o por comer cosas prohibidas puede surgir la cetosis y puede desembocar en una urgencia seria: sed, cansancio, dificultad respiratoria, adormecimiento, son los primero síntomas, que pueden llegar al coma. Se impone la administración de insulina de acción rápida…
Conviene tenerlo previsto porque como dice una reciente encuesta, uno de cada cinco padres de niños con diabetes está insatisfecho con el apoyo que recibe en la escuela.
Es verdad que el pilar donde se ha de sustentar el buen tratamiento de la diabetes se basa en la educación y en el autocontrol. Solo para dar una idea, piénsese que los jóvenes diabéticos españoles se pinchan insulina una media de 4 veces diarias y se miden el nivel de glucosa en sangre (prueba determinante para el control de la enfermedad) en 5 ocasiones al día. Sin embargo, sólo el 13 por 100 de ellos entre 16 y 24 años alcanza un buen control, y este buen control es el que puede prevenir la aparición de complicaciones crónicas a medio-largo plazo.
Y un dato que muestra la gravedad del control diabético: prácticamente, la mitad de los diabéticos ya tiene complicaciones en el momento del diagnóstico. Y eso significa, ni más ni menos, que han estado muchos años sin tratamiento y que muchas de las complicaciones de la diabetes pueden haberse iniciado ya.
En España existen actualmente alrededor de 1,5 millones de personas a las que se ha diagnosticado una diabetes tipo 2 (el 85% de todas las diabetes), pero se calcula que por cada una de ellas hay otra que desconoce su enfermedad. Esto situaría el número real de afectados en casi tres millones de españoles. Estos datos no son exclusivos de los países ricos, ya que incluso en los países en desarrollo se van a producir similares cifras de crecimiento. Los expertos calculan que el avance de la enfermedad será mucho mayor en los países pobres, muchos de ellos sin posibilidades reales de diagnóstico precoz.