Hay otra anemia que conviene conocer. Se llama ferropénica, es decir, por falta de hierro. Y es o por un fallo en la absorción de hierro por parte del organismo o porque las reservas de hierro se han agotado a causa de hemorragias o embarazos frecuentes. Por ejemplo, en la mujer, la menstruación eleva la pérdida normal de hierro hasta 2 miligramos por día. Ahora bien, si en la dieta aportamos mucho más hierro del que necesitamos, ¿cómo se puede producir una carencia?
Normalmente, es una pérdida de pequeñas cantidades de sangre, pero de forma crónica. Basta decir que las hemorroides pueden originarla. En la mujer, es sin duda la menstruación la primera causa. Y más, si hay úlceras sangrantes, pólipos o divertículos. Y en nuestro ámbito, puede producirse por ese desmedido afán de adelgazar, que llega a imponer unos regímenes absurdos que no solo no son saludables, sino que incluso son nocivos.
Hay que tener en cuenta también que hay edades en que la demanda de hierro por parte del organismo es muchísimo mayor y si hay una deficiencia justo en esas edades, es fácil que la carencia se manifieste.
Por último, se pueden dar dos problemas no excesivamente frecuentes, pero que hay que señalar. O hay un fallo en la absorción del hierro, o hay una alteración en el transporte de ese hierro. El resultado es el mismo: hay deficiencia.
Esa anemia específica se traduce en una especial fatiga muscular, un cansancio general, una falta de apetencia por casi todo. A veces hay una ligera escamación de la piel. Y como hace falta hierro se saca de donde se puede. Y una de esas zonas es el pelo. Por eso el pelo pierde vitalidad, se hace frágil e incluso se cae. Y las uñas se hacen quebradizas y con estrías. El problema es que, además, puede empezar un círculo vicioso. Porque una de las consecuencias de esta anemia es la pérdida de apetito, con lo que al no comer,l a carencia se va haciendo cada vez mayor.
Quizá lo más llamativo que a veces tiene la anemia ferropénica: la irritabilidad, que suele ir acompañada de la imposibilidad de concentrarse y de pérdida de memoria.
Conviene llamar la atención sobre el desmedido e incontrolado afán por adelgazar. Sin equilibrio alguno, se empieza a prescindir de nutrientes básicos. Una encuesta que realizó la Fundación Española de Nutrición es significativa en este sentido. Dice que los escolares españoles están, por lo general bien alimentados. Pero que a partir de los 14 años, y aunque siguen comiendo en el mismo centro, las niñas empiezan a mostrar una serie de deficiencias notables. Les entra la obsesión por los kilos. Comen cada vez menos. Llega el desequilibrio y una situación de anemia subclínica, que no es grave , pero que tiene un poco de todos los síntomas que decíamos antes: irritabilidad, falta de concentración, pérdida de memoria, cansancio, fatiga muscular, pelo frágil y uñas quebradizas.
Es, insistimos por un deseo desmedido de adelgazamiento. Porque, por ejemplo, si quisiera ponerse a régimen, ¿qué se le ocurriría quitar primero de la dieta? Claro, piensa inmediatamente en suprimir legumbres y grasas. Precisamente elementos que tienen una gran importancia en la nutrición. Sin nada de grasa, por ejemplo, todas las vitaminas que se llaman liposolubles, es decir que se disuelven y viajan en la grasa, no se asimilarían. Y si eliminamos las legumbres, eliminamos también una buena cantidad de minerales que son, aunque no tengan tanta fama, tan importantes como las vitaminas.
- Cuando haga una dieta reduzca el número de calorías, pero no la cantidad de vitaminas y minerales. La necesidad es la misma, se ponga a régimen o no.
- No hay una sola función del organismo humano que no necesite el concurso de algún mineral. Las vitaminas y los minerales son absolutamente indispensables porque no solo son necesarios por sí mismos, sino que actúan como auténticos guardias de tráfico de los procesos metabólicos por los que vivimos y nos desarrollamos
- Hay sectores de población que están más expuestos a padecer estas anemias subclínicas. Los ancianos y las embarazadas, por ejemplo.
- Los adolescentes suelen rechazar las verduras. Si además, por un régimen poco adecuado se suprimen también las legumbres, es posible que empiecen las carencias.