Desciende el consumo de drogas; pero aumenta de manera notable el de hipnosedantes. A partir de los 35 años comienza el uso de ansiolíticos. Y el número de mujeres consumidoras duplica al de los varones. Es un consumo que viene aumentando desde 2005.
A la hora de buscar las causas de este abuso de sedantes, la crisis, la ansiedad y el estrés ocupan un lugar preeminente. Estamos en una sociedad con escasa tolerancia al fracaso, con una actividad laboral insegura, con dificultades de convivencia y comunicación en el seno de las propias familias, y con soledad. Quizá por todo ello, siete de cada 10 consumidores de estos psicofármacos son mujeres. Y la estadística puede estar distorsionada, porque según el catedrático de psiquiatría, Prof. Julio Bobes, muchos varones utilizan el alcohol como ansiolítico.
El problema grave de estas sustancias, indicadas para casos de crisis agudas de ansiedad o como “hipnótico de urgencia” es su uso prolongado ya que además de crear dependencia, puede tener efectos secundarios serios y graves. Por eso, los médicos de familia que son los profesionales que más prescriben estos tratamientos, son los que deben decidir también cuando y sobre todo cómo se debe abandonar la medicación.
Debe saberse que si se interrumpe su consumo de forma brusca suelen aparecer síntomas propios de un síndrome de abstinencia, con ansiedad y nerviosismo, lo que lleva al paciente a seguir tomándolos. Debe retirarse el fármaco de manera gradual.
Para el profesor Bobes, los problemas que produce la adicción a las benzodiacepinas son muy serios. Además de producir un auténtico aplastamiento de la memoria, interfiere en los procesos cognitivos y altera la capacidad de trabajo y de atención. Y hay estudios –señala– que demuestran cómo el consumo de estas sustancias aumenta la siniestralidad vial y laboral.
El problema es que tendemos a infravalorar la importancia de estos fármacos y se banalizan las consecuencias y los riesgos. Hay quien las consume, por ejemplo, para tratar una depresión más o menos leve. Y claro, -señala el Dr. Bobes- si alguien las tomas para tratarla, al ver que no mejora, puede convertir el trastorno en crónico, con el riesgo de que la medicación también lo sea. Tienen sin duda, un riesgo de dependencia claro, y como puede constatar cualquier consumidor, puede producir con mucha frecuencia una sedación excesiva y una bajada de tono considerable. Todo ello pone en riesgo la actividad habitual del individuo, sobre todo para trabajos especiales o para conducir.
Uno de los riesgos mas claros es el de la adicción. Si se toman de forma regular durante tres meses ya se esta en el camino de la habituación. La Agencia Española del Medicamento, ya en el año 2000, estableció la regulación de los ansiolíticos. Y señala que su indicación terapéutica es para casos de “ansiedad aguda”; y para esos casos, dice que la duración del tratamiento no debe superar las 8-12 semanas, incluyendo el periodo de retirada gradual del medicamento. Y en España la duración media de empleo de estas sustancias es de 8 años.
Cuando se indican para dormir, se recomienda que no se sobrepasen las ocho semanas incluyendo el período de retirada del fármaco. Y sin embargo, se cometen abusos manifiestos. La persona mayor, que por la edad tiene un sueño fragmentado y sostiene que no duerme, recurre con frecuencia a estas sustancias. Y entonces duerme más, pero no mejor, porque en muchas ocasiones se transforma y cambia el patrón de sueño. Y se convierten, en una autentica almohada química.