Nuestros vasos sanguíneos, en principio, jóvenes y elásticos, van perdiendo con los años esa capacidad y ganando poco a poco rigidez. No olvidemos que sclerosis en griego significa literalmente endurecimiento. Hay uno fisiológico y natural, pero hay otro que nosotros, por nuestros hábitos, vamos poniendo con el depósito de placas de ateroma. Son placas que además de endurecer las paredes, van cegando el calibre del vaso. Todos los conductos pueden verse alterados por esta falta de elasticidad Y piénsese por un momento lo que puede ocurrir cuando una tubería tiene que soportar una tensión de liquido por su interior más grande de la que puede resistir. Es el peligro de la arteriosclerosis. Si a la rigidez se suma un aumento de la tensión (la fuerza ejercida por el volumen de la sangre contra las 'tuberías sanguíneas') se comprende fácilmente el riesgo de un grave accidente vascular.
Si pudiéramos meternos por nuestras arterias, veríamos que la sangre se encuentra muchas veces con cristales de colesterol que pueden ir depositándose, pegándose a sus paredes. Poco a poco, sobre ese primer depósito, se van acumulando más sustancias, normalmente provenientes de las grasas animales que ingerimos. Se van formando sobre aquellos cristales iniciales, o simplemente por acúmulo de grasa, unas placas amarillentas. Progresivamente, se van endureciendo. Es la placa de ateroma. Es, para la luz del mínimo tubo por el que pasa la sangre, como una montaña que obstruye el paso. No lo ciega del todo, sino que poco a poco va estrechando su calibre.
A ese primer obstáculo es fácil ,además, que se vayan sumando sales que hacen que el depósito vaya siendo mayor. Y es posible también que ante ese obstáculo, los componentes de la sangre se vayan amontonando. El vaso no puede aumentar su luz, su calibre, con lo que la sangre pasa por ese lugar más estrecho, gracias solamente al impulso que le da el corazón en cada latido. Si la obstrucción es total, a partir de ese punto se suspende el riego. Toda esa zona no recibe sangre y, por tanto, el oxígeno que la nutre se queda sin vida. Se muere, se necrosa, se infarta. Puede ocurrir también que se produzca una obstrucción en los vasos delicadísimos del cerebro. Y que la fuerza del torrente, ante el obstáculo no tenga otra salida que romper el vaso. Sobrevendría la hemorragia cerebral.
Los depósitos de sales van haciendo del sistema circulatorio una carrera de vallas. El riego se hace más pesado, más complejo, más difícil.
La gravedad del cuadro la dictan los vasos que se encuentren afectados. Depende de las arterias que estén dañadas para deducir los peligros. Pero lo que debe quedar claro es que si las paredes pierden elasticidad y además encuentran depósitos de sustancias grasas en su luz, las posibilidades de un accidente se multiplican.
No tomamos conciencia del peligro, aún sabiendo que hay una serie de factores de riesgo controlables:
- Hipertensión
- Tabaquismo
- Colesterol
- Enfermedades cardiacas
- Antecedentes de infarto cerebral o síntomas de él
- Diabetes no controlada