Es una de las razones más frecuentes de consulta al ginecólogo. Y precisamente de cara al verano aumenta considerablemente la incidencia.
En su origen está un desequilibrio de la flora vaginal, momento que pueden aprovechar bacterias y hongos para proliferar y causar la infección. Según los especialistas, la mujer debe ser consciente de que es fácil que la infección se repita, porque la alteración de la flora vaginal no se recompone de forma fácil ni rápida.
Síntomas
La razón por la que se acude al médico es precisamente por el síntoma más general de la infección: el picor, el escozor, la molestia en la zona y especialmente al orinar. Puede provenir de una vaginosis bacteriana o, lo que es más probable ,de una micosis por cándida o candidiasis. (Debe saberse que la infección por cándida puede ser muy general y puede producirse en la piel, en la boca o en el esófago, provocando una esofagitis dolorosa y que incluso puede llegar a dificultar la deglución. En algunos casos puede poner en peligro la vida del paciente. El problema de estas candidiasis es que se suelen producir en pacientes que tienen un estado inmunológico comprometido).
La candidiasis vaginal
Es una de las más frecuentes y su incidencia ha aumentado en las últimas décadas. Se calcula que la presencia de candidiasis en el sector femenino es tres veces mayor que hace veinte años debido al abuso de antibióticos y a la utilización de anticonceptivos orales.
Uno de los síntomas que pueden llevar a la mujer a la consulta son picores molestos y un flujo blanquecino. Son síntomas compartidos con otras afecciones vaginales. Pero habitualmente es cómo se muestra la presencia de la candida albicans.
En contra de lo que muchas veces se cree, no necesariamente se transmite por contacto sexual. Debe quedar muy claro. Muchas pacientes tienden a pensar que es su marido quien ha traído la infección a casa, “importada” de alguna cana al aire. Y no es así.
Normalmente, no se trata simultáneamente al varón salvo cuando la infección vaginal reaparece tras el tratamiento. Se entiende que el órgano del varón no es un reservorio adecuado para el hongo, mientras que el de la mujer sí tiene las características para mantenerlo en estado latente. El tratamiento es efectivo, aunque los ginecólogos suelen comentar que casi siempre se produce la impaciencia de la paciente, precisamente porque aunque eficaz, no es tan rápido como desearían.
Qué hacer
Los especialistas tratan de establecer unas normas preventivas que pasan, por ejemplo, por evitar la humedad prolongada del bañador; o no utilizar pantalones excesivamente ajustados con frecuencia.
En cuanto a la ropa interior, usarla de algodón, huir de fibras sintéticas y cambiarla diariamente.
Las duchas vaginales no parecen recomendables y se aconseja un lavado con jabón neutro. Los desodorantes íntimos deben descartarse en esta etapa y en general debe evitarse todo aquello que pueda variar la acidez de la vagina y que, por tanto, pueda facilitar la proliferación de los hongos.
Por qué nos parasitan los hongos
Depende de muchos factores. Es verdad que el organismo cuenta con su escudo protector como es el manto ácido de la piel y la grasa, que previene de la acción de estos microorganismos; pero claro, en cuanto se rompe el equilibrio natural de esa capa protectora, el hongo no duda en buscar su supervivencia a nuestra costa. De eso hay que ser conscientes: de que es el desequilibrio el que facilita la infección. Por eso, puede surgir tanto por una higiene deficitaria, como por un exceso de higiene. También lo favorece el uso de jabones o cosméticos demasiado agresivos que debilitan la función de las glándulas de la piel.
Y precisamente, el calor y la humedad favorecen la aparición de estas micosis especialmente en las zonas de roce de la piel. La humedad retenida en prendas de vestir, calzado y materiales sintéticos facilita la infección.