Poco pensamos en que una picadura de abeja o de avispa puede ser muy grave; pero todos los años mueren en España por esta causa por lo menos 10 personas. Y es que en organismos sensibilizados puede producir un shock anafiláctico. Por eso, lo importante es que conozcamos nuestra condición y comprendamos que se trata de una patología y no de un accidente como estamos habituados a creer. Se calcula que entre un 0,5 y un 3% de la población puede padecer una reacción anafiláctica a esta picadura .
Ya hablamos en alguna ocasión del cuidado que había que tener en estos casos.
Tras la picadura pueden darse cuatro estadios. El primero, el más leve, produce una reacción local en la piel, con entorpecimiento y escasa reacción de picor de ojos u obstrucción nasal. En el segundo, ya aparecen, además de las consecuencias locales, alteraciones de la mucosa respiratoria y problemas digestivos. En el tercero, se añade gravedad a esos síntomas y aparecen componentes vasculares. Y el cuarto es el shock anafiláctico, realmente grave y que puede producir la muerte.
Es decir, si se tienen los primeros síntomas es cuando se debe visitar al alergólogo para que compruebe si estamos o no en grupo de riesgo. Porque la solución está en la inmunoterapia, en ir dando al paciente muestras del veneno para lograr la adaptación y así, cuando la picadura en la vida real llegue, tener el organismo protegido. Casi sería como una vacuna. Se empieza con la inyección de 0,1 microgramos de veneno de abeja. Poco a poco se va aumentando hasta llegar a dosis que suponen el doble de lo que una abeja podría inocular. Esa dosis alta se mantiene durante algún tiempo con el fin de garantizar la protección que suele ser de por vida. Es lo que popularmente se conoce como autovacuna.
Y se puede comprobar si el paciente ya está inmunizado sometiéndolo a una picadura controlada con una abeja real. Los especialistas sostienen que la efectividad del sistema es superior al 90 por 100. Pero el problema está en que los pacientes no se fían, no saben si realmente están inmunizados o no.
Por eso es curioso el antecedente del veneno real. Se cuenta que el rey Mitríades IV siempre tuvo miedo a que le mataran dándole veneno de serpiente. Tanto, que quiso protegerse. Así que durante mucho tiempo estuvo ingiriendo dosis pequeñas del veneno, que iba aumentando poco a poco. Tiempo después fue hecho prisionero y en la celda quiso suicidarse con altas dosis del veneno que guardaba. Pero ya no le hizo efecto. Tuvo que pedir a uno de sus servidores que le clavara su espada.
Ese es mismo principio: acostumbrar poco a poco al organismo a la sustancia que le provoca reacción. La prevención consigue así resultados notables. Aunque se deben hacer muchas pruebas porque cada autovacuna es especifica.
Un caso espectacular se realizo con veneno de abeja en un hijo de un apicultor que tras una picadura había tenido una reacción grave. Una hermana había muerto por esta causa. Al muchacho se le fueron poniendo inyecciones subcutáneas de veneno, hasta que un día, ingresado en el hospital se le provocó una picadura controlada. El resultado fue espectacular. Tuvo una mínima reacción sin importancia.