Ramón Sánchez-Ocaña
Opinión

Autovacunas y la historia de un veneno

Ramón Sánchez-Ocaña

Lunes 17 de agosto de 2020

3 minutos

¿Qué pasaría si desapareciesen las abejas?

Lunes 17 de agosto de 2020

3 minutos

Pildoras

 

Poco pensamos en que una picadura de abeja o de avispa puede ser muy grave; pero todos los años mueren en España por esta causa por lo menos 10 personas. Y es que en organismos sensibilizados puede producir un shock anafiláctico. Por eso, lo importante es que conozcamos nuestra condición y comprendamos que se trata de una patología y no de un accidente como estamos habituados a creer. Se calcula que entre un 0,5 y un 3% de la población puede padecer una reacción anafiláctica a esta picadura .

Ya hablamos en alguna ocasión del cuidado que había que tener en estos casos

Tras la picadura pueden darse cuatro estadios. El primero, el más leve, produce  una reacción local en la piel, con entorpecimiento y escasa reacción de picor de ojos u obstrucción nasal. En el segundo, ya aparecen, además de las consecuencias locales, alteraciones de la mucosa respiratoria y problemas digestivos. En el tercero, se añade gravedad a esos síntomas  y aparecen componentes vasculares. Y el cuarto es el shock anafiláctico, realmente grave y que puede producir la muerte.

Es decir, si se tienen los primeros síntomas es cuando se debe visitar al alergólogo para que compruebe si estamos o no en grupo de riesgo. Porque la solución está en la inmunoterapia, en ir dando al paciente muestras del veneno para lograr la adaptación y así, cuando la picadura en la vida real llegue, tener el organismo protegido. Casi sería como una vacuna. Se empieza con la inyección de 0,1 microgramos de veneno de abeja. Poco a poco se va aumentando hasta llegar a dosis que suponen el doble de lo que una abeja podría inocular. Esa dosis alta se mantiene durante algún tiempo con el fin de garantizar la protección que suele ser de por vida. Es lo que popularmente se conoce como autovacuna.

Y se puede comprobar si el paciente ya está inmunizado sometiéndolo a una picadura controlada con una abeja real. Los especialistas sostienen que la efectividad del sistema es superior al 90 por 100. Pero el problema está en que los pacientes no se fían, no saben si realmente están inmunizados o no. 

Por eso es curioso el antecedente del veneno real. Se cuenta que el rey Mitríades IV siempre tuvo miedo a que le mataran dándole veneno de  serpiente. Tanto, que quiso protegerse. Así que durante mucho tiempo estuvo ingiriendo dosis pequeñas del veneno, que iba aumentando poco a poco. Tiempo después fue hecho prisionero y en la celda quiso suicidarse con altas dosis del veneno que guardaba. Pero ya no le hizo efecto. Tuvo que pedir a uno de sus servidores que le clavara su espada.

Ese es mismo principio: acostumbrar poco a poco al organismo a la sustancia que le provoca reacción. La prevención consigue así resultados notables. Aunque se deben hacer muchas pruebas porque cada autovacuna es especifica.

Un caso espectacular se realizo con veneno de abeja en un hijo de un apicultor que tras una picadura había tenido una reacción grave. Una hermana había muerto por esta causa. Al muchacho se le fueron poniendo inyecciones subcutáneas de veneno, hasta que un día, ingresado en el hospital se le provocó una picadura controlada. El resultado fue espectacular. Tuvo una mínima reacción sin importancia.

Sobre el autor:

Ramón Sánchez-Ocaña

Ramón Sánchez-Ocaña

Ramón Sánchez-Ocaña (Oviedo, 1942) es miembro del Comité Editorial de 65Ymás. Estudió Filosofía y Letras y es licenciado en Ciencias de la Información. Fue jefe de las páginas de Sociedad y Cultura de El País, y profesor del máster de Periodismo que este periódico organiza con la Universidad Autónoma de Madrid. 

En 1971 ingresa en TVE. En una primera etapa se integra en los servicios informativos y presenta el programa 24 horas (1971-1972). Entre 1972 y 1975 continúa en informativos, presentando el Telediario. No obstante, su trayectoria periodística se inclina pronto hacia los espacios de divulgación científica y médica, primero en Horizontes (1977-1979)​ y desde 1979 en el famoso Más vale prevenir, el cual se mantiene ocho años en antena con una enorme aceptación del público.

Tras presentar en la cadena pública otros dos programas divulgativos, Diccionario de la Salud e Hijos del frío, fue fichado por Telecinco para colaborar primero en el espacio Las mañanas de Telecinco y posteriormente en Informativos Telecinco.

Es colaborador habitual de radio, periódicos y revistas, y autor de una veintena de libros, entre los que destacan Alimentación y nutrición, Francisco Grande Covián: la nutrición a su alcance, El cuerpo de tú a tú: guía del cuerpo humano, Guía de la alimentación y Enciclopedia de la nutrición

En 2019 entró en el Comité Editorial del diario digital 65Ymás, en el que colabora actualmente.

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