Se trata de un espasmo o contracción muscular fuerte, normalmente de los músculos voluntarios de brazos o piernas. Aunque suele asociarse con las agujetas, no se trata del mismo fenómeno. Aquí no se produce solo porque haya un esfuerzo prolongado o amplio, sino porque también se ha sudado en exceso. Al perder tanta agua y sobre todo, tantas sales, el músculo pierde buena parte de su capacidad para la relajación y la distensión.
En definitiva es muy posible que ante una pérdida excesiva de agua o de potasio, el músculo diga de pronto "hasta aquí hemos llegado" y se contraiga de forma dolorosa. Imaginemos por un momento que un músculo se contrae con fuerza y se niega después a relajarse (es lo que se llama espasmo o tetania). Surge el dolor y todos lo hemos comprobado alguna vez. Es el calambre.
Si se producen con mucha frecuencia, es posible que haya una deficiente circulación o una vasoconstricción prolongada.
Hay calambres que podrían llamarse profesionales y que pueden producirse por una larga exposición al calor con abundante sudor. En esos casos es aconsejable tomar sal.
El llamado calambre de los escribientes no es un calambre como tal, sino una afectación de algún nervio debida a la repetición de los mismos movimientos y por lo tanto, de los mismos músculos. Se llama de escribiente pero puede ser también de sastre, o de mecanógrafo. O últimamente, esa especie de incomodidad que puede surgir al manejar el ratón del ordenador en una postura inadecuada.
Son muchas las teorías sobre el origen de los calambres. Varias giran en torno a su origen similar al de las agujetas (cristales de ácido láctico por exceso de ejercicio). Pero la gran mayoría se inclinan por el abuso muscular en circunstancias poco apropiadas; es decir, por un exceso de ejercicio sin la correspondiente y adecuada hidratación, o sin el necesario aporte de potasio, calcio y otras sales. El músculo entonces reaccionaría con esa contracción súbita e involuntaria que es el calambre.
La subida del gemelo
Muchas veces vemos en un partido de fútbol cómo un jugador ayuda a otro a reponer el músculo de la pantorrilla en su lugar. Por un exceso de ejercicio (la prueba es que suele ser en la última parte de los partidos), el gemelo se desplaza involuntariamente hacia arriba provocando dolor grande. El jugador entonces se tumba y otro acude en su ayuda tratando de estirar las pierna y plegándole el pie hacia delante para que estire los músculos posteriores y el gemelo vuelva a su sitio.
Por suerte los calambre no son afecciones graves y suelen desaparecer con cierta rapidez. En general lo que debe hacerse, porque lo reclamará el propio músculo, es dejar el ejercicio y darse un pequeño masaje en la zona afectada. Recuerde que se trata de una contractura involuntaria y, por tanto, debe intentar estirar ese músculo para volverlo a su posición anterior. No es frecuente un dolor que necesite tratamiento, pero puede disponer de analgésicos.
Usted verá, por ejemplo, en el banquillo del fútbol, cómo muchos jugadores relevados acuden a bolsas de hielo en alguna de sus articulaciones. Se lo ponen no por calambre, sino para que el músculo descanse. Cuando hay un calambre propiamente dicho es mejor inicialmente poner calor para aliviar y relajar el músculo afectado. Después, es mejor el frió.
Sin duda, la mejor prevención de los calambres es el entrenamiento progresivo; el calentamiento antes de hacer ejercicio y los estiramientos tanto antes como después. Y desde luego la hidratación constante. Tras la práctica del deporte, se puede acudir a alguna bebida con sales que repongan las pérdidas. Pero sobre todo, mantener el cuerpo hidratado. Beber aunque no se tenga sed.