La publicidad de muchos alimentos trae hasta nosotros nombres de sustancias desconocidas. Bífidus activos, lactobacilos casei, lactobacilos inmunitas... A todos ellos se les atribuyen propiedades extraordinarias, que nuestro organismo, si los ingerimos, va a agradecer.
¿Pero sabemos por qué pueden resultar beneficiosos? La gran mayoría, no. Y sin embargo, parece interesante conocerlos. Por ejemplo, los bífidus.
Digamos, en principio, que se trata de una bacteria que está presente en la flora intestinal y que se utiliza en la fermentación de la leche. Una de las ventajas de su ingestión es que repone precisamente parte de esa flora que con los años o por distintas circunstancias, vamos perdiendo. Pertenece, por identificarla aún más, al género de los lactobacilos (recordemos que bacilo es un tipo de bacteria, que se llama así por su forma. Bacillum en latín quiere decir bastón, y en origen bacteria significa lo mismo. Lo que ocurre es que proviene del griego bakteria, que significa igualmente bastoncillo. Es un microorganismo de una sola célula que recibe distintos nombres, según la forma que adopte. Bacilo, designa su forma de bastoncillo; pero pueden denominarse cocos si adoptan forma redondeada o espiroquetas si tiene formas de espiral. Podríamos decir que las bacterias son células “primitivas” y aunque con frecuencia producen infecciones, por fortuna contamos con bacterias que son muy beneficiosas).
Nuestro sistema digestivo no sería el mismo si careciéramos de bifidus, y sobre todo, en los primeros años de vida. Como según vamos creciendo nuestra concentración de bifidus va disminuyendo, se pensó en la posibilidad, dadas sus ventajas, de añadirlos a través de la dieta. El aporte a base de lácteos –yogures y quesos- tiene la ventaja de que hace crecer la parte que podríamos llamar “buena” de la flora intestinal, ya que esa flora está formada por un ejército bacteriano de todo tipo. Así, el batallón de los bifidus, por ejemplo, producirá la enzima que permite la digestión de la lactosa (la de la leche y productos lácteos) y ayudara a que las vitaminas y los minerales sean mejor asimilados.
Y son interesantes no solo por lo que aportan como preventivo de distintos trastornos, sino que cuando el organismo tiene deficiencia de ellos, enseguida da la voz de alarma en forma de incomodidad digestiva, o en casos mayores de diarreas o cansancio.
De bebés a adultos
Es curiosa la perfección de nuestro organismo. Precisamente cuando más necesitamos el lactobacilo bifidus es en la primera etapa de la vida. Y se ha demostrado que es entonces cuando más abundancia de bifidus hay, especialmente en los niños alimentados con leche materna, porque la singularidad de esa alimentación favorece la proliferación de bifidus en el pequeño. En esa etapa cuando resulta imprescindible para sintetizar la vitamina K o antihemorrágica y para la correcta asimilación del calcio para la formación ósea.
Precisamente ahí, en bebés, fue cuando en 1900 se aisló esta bacteria.
Con el paso de los años la presencia de los bifidus va disminuyendo y de ahí la conveniencia de que haya un aporte suficiente.
Los otros miembros de la familia
La familia es amplia y como de la investigación han pasado a ser nombres más o menos populares, podemos dedicarles unas palabras de presentación:
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Lactobacillus.- Es una de las bacterias que se añaden a la leche para que fermente y produzca yogur. Los yogures actuales contienen dos bacterias: lactobacillus bulgaricus y streptococus termophilus. Para que actúen se mantienen a una temperatura de 45 grados. Durante la fermentación se desestabilizan las proteínas de la leche, con lo que se digiere mejor. Y el aporte bacteriano repone la flora intestinal.
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Lactobacillus casei.- Es otra bacteria similar a la anterior que además de estar en nuestra flora intestinal, aparece también en los quesos (por eso el nombre de casei). Tiene la gran ventaja de que no es tan débil ante los ácidos gástricos de manera que puede llegar mejor al intestino.
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Lactobacillus casei imunitas.- Es una cepa de lactobacillus que resulta más resistente a la acción de los jugos gástricos y por tanto actúa mejor en el intestino.