
Lunes 1 de junio de 2020
3 minutos

La anécdota llama la atención y suelo citarla con frecuencia. Un amigo –ilustre y conocido médico– casado y con varios hijos, comentaba su plan de vida.
- Y al última hora de la tarde –decía– salgo a pasear con el perro, que es con el único con el que se puede hablar.
Aunque pueda parecerlo, no es este un comportamiento raro. Una reciente encuesta dice que el 74,1% de los que tienen perro o gato, les relaja hablar con ellos. Y un 74,6% sostiene que acariciarlo le ayuda a superar el estrés. El porcentaje sube hasta el 78,7% cuando afirman que la mascota le ayuda a superar estados de ánimo bajos.
Los beneficios para la salud familiar que pueden proporcionar los animales de compañía son, según esa encuesta, importantes; hasta el punto de que el 91,2% asegura que su mascota es fuente de bienestar; el 92,7% considera que su animal de compañía es un miembro más de la familia y el 98,3% de las familias repetiría la experiencia de tener perro o gato.
Convendría reflexionar un poco sobre todo ello. Para los niños, en porcentajes altísimos que no importa concretar, el perro o el gato, les ayuda a adquirir responsabilidad, les facilita o mejora el trato con los demás y, sobre todo, les sirve para aumentar su autoestima.
Para las personas mayores, el perro o el gato adquiere la auténtica dimensión de la compañía, aunque sea de un pequeño animal. Además del cariño, obliga al paseo a horas concretas y determinadas y les permite, porque entre propietarios de animales es casi inevitable relacionarse. Desde el qué bonito pelo tiene, hasta el cómo se llama, permite entablar un dialogo con otros.
¿Por qué tenemos esta especial relación con los animales? Es una relación que va en aumento y cuya base quizá habría que buscarla, por un lado, en la artificialidad del mundo en que vivimos. Es el primer punto: ese pequeño y dócil animal nos permite creernos en contacto con una naturaleza que hemos dejado hace muchos años; es como si cuando viene a solicitar su caricia nos recordara que hay otro mundo lejos del asfalto y de los coches.
Pero, sobre todo, esa especial relación con las mascotas nos viene a decir algo mucho más sustancioso: la mayoría de los beneficios que nos otorgan proviene de que son las únicas que nos dan cariño y afecto sin esperar nada a cambio. El perro es capaz de soportar nuestro genio con una sumisión encomiable para volver minutos más tarde a nuestros pies moviendo la cola como si nada hubiera pasado.
Y un tercer aspecto que se debe añadir al por qué de esos beneficios: no emiten juicios de valor.
En definitiva, el perro nos conoce, nos quiere, nos obedece, nos da cariño sin pedir nada a cambio y, por si fuera poco, no juzga.
¿Cómo puede parecernos raro que vayamos a charlar con él?
Nota: No tengo perro. No tengo el espacio adecuado donde tenerlo.