Son solo unos momentos, pero la sensación de terror es tan fuerte que quien la haya sufrido no la olvida. Son períodos de intenso miedo que aparecen sin una causa lógica. La persona suele pensar que se está volviendo loca o que está viviendo un ataque al corazón. Otras veces no se controla, tiene síntomas de ahogo, sudor frío, agitación e incluso pierde el sentido de la realidad. El corazón palpita, duele el pecho, hay ahogo. Muchos de los que han sufrido un ataque de este tipo –más frecuente de lo que se cree– empiezan a sentirse como fuera de la realidad. La primera crisis, dicen los expertos, es muy difícil de superar porque aparece sin alarma previa. Casi todos los pacientes la recuerdan años después y la describen como el episodio más desagradable que han vivido.
Los síntomas intensos desaparecen gradualmente. Hay personas que pueden padecer crisis repetidas e incluso descubren crisis anticipadoras, avisos previos. Pero en muchas ocasiones no hay una causa precipitante, aunque el estrés está presente en muchas de las primeras crisis. El consumo exagerado de cafeína, cocaína, anfetaminas y sustancias estimulantes también pueden ser factores desencadenantes.
Alrededor del 5% de los individuos –más mujeres– padecen este problema. La mayoría de casos se producen entre los 25 y 44 años. Muchos especialistas sostienen que los ataques son la manifestación de una ansiedad prolongada. Hoy se tiende a pensar que se trata de una explosión psicológica sobre un substrato orgánico.
El problema grave es que un individuo con un ataque de este tipo, que siente esa opresión en el corazón, que se le nubla la vista, que se sale de la realidad, va a urgencias y no se le encuentra nada. A partir de ese momento, sin ningún trastorno orgánico, se siente ajeno, lejano, incluso despreciado. Y, sin embargo, él se había sentido mal, muy mal. Por eso, si no se trata puede progresar. Y una de las maneras que tiene de hacerlo es temer de tal manera a un nuevo ataque que empieza a vivir en una ansiedad anticipada. Cree que evitando determinados lugares o situaciones, o no queriendo estar solo se resuelve el problema. Así, empieza a cambiar su sistema de vida, sus hábitos, su manera de estar, de sentir y hasta de ser.
No se sabe si estas crisis son hereditarias o por qué a veces tienen manifestaciones diferentes. O dicho de otra forma, ¿qué es lo que hace que sea distinto en mujeres que en varones? ¿Por qué aparecen los ataques en el momento en que lo hacen y no antes o después?
Se sostiene que casi siempre hay detrás una situación prolongada de estrés y tensión.
Aproximadamente, un tercio de los enfermos con trastorno por angustia tienen miedo a encontrarse en lugares o situaciones de los que resulta difícil escapar o solicitar ayuda. Esta fobia les incapacita gravemente. Y debe saberse que aunque las crisis provocan miedo intenso, no son peligrosas ni dañinas. Es una respuesta exagerada del organismo ante el estrés.
Se aconseja racionalizar; es decir, si aparece la crisis, pensar solo en que es una crisis superable. No luchar contra las sensaciones, sino admitirlas como tal; intentar distraerse, contar hacia delante o hacia atrás; calma; respirar de forma lenta y profunda. Si está con alguien que padece la crisis, evite acusaciones. No le pida que se calme ni que sea fuerte, ni que no haga el ridículo. Dígale algo positivo y espere con él. Y una intervención temprana del psiquiatra podrá reconducir la aparición de crisis.