La pérdida de oído es quizá uno de los síntomas más claros del paso de los años. Vamos perdiendo sensibilidad de todo tipo y nos pasa factura el ambiente ruidoso a que estamos sometidos. Y el ruido mata el oído.
Dos problemas muy comunes se derivan del envejecimiento auditivo : Hipoacusia y pérdida de equilibrio. Por si fuera poco esa pérdida parcial de oído se ve aumentada por la mayor producción de cerumen.
Además de la mayor dificultad general para oír, hay tonos que no se entienden y que suelen ser los infantiles o los femeninos; es decir, los agudos. Es cuando se dice eso de "estos de la tele pronuncian cada vez peor". O como ocurre en otras ocasiones que el mayor comenta: "No, si yo oigo bien; pero lo que ocurre es que a Fulanita no le entiendo nada. No se qué hace que no la entiendo bien, especialmente al final de las palabras".
No solemos darnos cuenta de que oímos más las vocales. Es como si se oyeran mejor. Hay que tenerlo en cuenta, porque ante quien ha perdido oído adoptamos la solución casi inútil de elevar el tomo y de casi gritarles. Y no es eso lo que hace falta, sino simplemente vo-ca-li-zar bien, haciendo especial intención en las consonantes.
El problema que puede surgir es que si se quiere participar en la vida social, siempre hay que estar preguntando "¿qué?". Y si se pregunta desde lejos, es inevitable que contesten –también desde lejos– de manera que quien inquiere cree no obtener respuesta.
Lo más grave es que el que no oye se aisla, no participa del grupo social. Y ese es quizá el mayor riesgo, porque quien no oye, padece con mucha mayor rapidez un deterioro mental importante, en un periodo mucho más corto que los que oyen bien de su misma edad. De hecho neurólogos norteamericanos estudian la conexión entre la pérdida auditiva y el declive mental. Y aconsejan que los mayores deben tomarse el problema de la audición muy en serio.
Hoy más de tres millones de españoles mayores de 50 años sufren alguna pérdida auditiva. La baja audición, sin que pueda hablarse de sordera es la patología más frecuente en la tercera edad, después de la hipertensión y la artrosis. En la gran mayoría de los casos este problema podría resolverse con la aplicación de un audífono. Pero la realidad es que el 70% de las personas que deberían ponérselo se niegan a utilizarlo. Hay muchos prejuicios que sin embargo, se han superado con las gafas. Es como si mostrar deficiencia auditiva fuera algo antiestético. O mostrar el audífono (en el caso de que fuera visible) tuviera connotaciones de otro tipo. No se ha difundido suficientemente que llevar un audífono no es sinónimo de ser sordo, sino de querer oír mejor. Y según los últimos estudios, de prevenir el deterioro mental.
El riesgo del equilibrio
Como consecuencia directa del envejecimiento del aparato auditivo, también los años muestran una pérdida de equilibrio. Es verdad que al principio no se trata de nada grave. Apenas un traspiés de vez en cuando. Pero es cuando hay que recordar que debes sentarte siempre para ponerte el pantalón y no ponértelo nunca de pie, porque puede haber un titubeo y acabas cayendo al suelo.
Lo que debes tener muy presente es que uno de cada tres mayores de 65 años se cae al menos una vez al año.