El amor es bueno para la salud. Tiene muchos aspectos positivos. Y especialmente, para el corazón. Pero al corazón como músculo y motor del organismo, sin darle a esa prosaica bomba más trascendencia que esa, que ya es bastante. Lo que tiene de beneficioso el amor es que el afecto, el trato cordial reduce el estrés, la ansiedad y la depresión. Y todo el mundo admite que estar enamorado proporciona energía y esa energía se traduce en mejor sistema inmunitario, en mayor felicidad.
Las personas optimistas y felices presentan niveles más bajos de la llamada 'hormona del estrés' que en cantidades elevadas, puede favorecer la hipertensión, la acumulación de grasa en el abdomen y disminuir las defensas. Ya hay varias investigaciones que confirman que las personas más felices tienden a tener mejor salud que aquellas que viven situaciones prolongadas de estrés o conductas pesimistas u hostiles.
Claro, pero surge la duda ¿están más sanos porque son felices, o son felices porque están más sanos? La realidad parece demostrar que es el optimismo el que crea la salud por si mismo y que además ese estado de ánimo facilita un estilo de vida más saludable. Las emociones positivas provocan respuestas biológicas que protegen la salud del individuo.
También el matrimonio le sienta bien al organismo. Una curiosa encuesta llegó a la conclusión de que los hombres casados hasta la edad de 55 años tienen una tasa de mortalidad inferior a la de los hombres que viven solos. La diferencia es menos notable entre las mujeres. Pero también a ellas el matrimonio les beneficia. El divorcio, en cambio, ejerce un efecto adverso, especialmente en los hombres. Y es que la vida del solitario tiende a ser más desordenada y sobre todo, más arriesgada. Se mueve más, viaja más, cambia más de trabajo. Uno de los aspectos que señalan como más positivo es la convivencia. El contacto con seres queridos beneficia a todo el organismo, y por ejemplo, entre quienes han tenido un infarto, la recuperación es mejor si se vive en familia que si se vive solo.
Cuando no se llevan bien
Pero si el matrimonio esta en continuo roce, el sistema defensivo del organismo se resiente. Y cuanto más rencor se exprese en las diferencias de pareja, más riesgos hay. En otras palabras, quien se enfade con su pareja y adopte una postura beligerante, sufre más. Lo que más afecta es el sarcasmo, las humillaciones, las interrupciones y el rechazo de las propias responsabilidades.
El consejo que se impone si quiere tener longevidad es no preocuparse en exceso por la salud, casarse, y llevarse bien con la pareja. Y dormir lo suficiente. Porque las horas de sueño influyen. Los que duermen menos de seis horas por noche o más de ocho, tienen una tasa de mortalidad mayor que los que duermen entre 7 y 8 horas.
También la estabilidad es aconsejable; de hecho, aumenta la salud. Porque estabilidad equivale a seguridad emocional. Y como dicen muchos expertos, prueba de ello es que a la hora de valorar los acontecimientos negativos, es la ruptura de pareja uno de los más citados. Por otra parte, suele recurrirse a la frase de Erich Fromm para cuantificar los beneficios de vivir en pareja: “Dos contra el mundo”.
Pero claro, para todo ello hay que cumplir con unas obligaciones que, si se ama, no se consideran como tal, sino que son consecuencia de ese amor. Por ejemplo, generosidad para con el otro, partiendo del compromiso previo de fidelidad y estabilidad. En lo del compromiso suele haber discrepancias y sobre todo en esta época en donde incluso para evitar divorcios ya se proponen matrimonios temporales por dos, cinco o diez años. No se trata de eso: se trata de establecer un compromiso de proyecto en común, porque el amor lleva a querer vivir y convivir con la otra persona.
Lo que el amor nos proporciona es una mirada mejor sobre el entorno y por tanto una mejor calidad de vida. Y proporciona felicidad no solo por estar enamorado, sino por propiciar la felicidad de pareja. Tratar de hacer feliz al otro, nos da una dosis de felicidad que se traduce en una mejor salud. Y no puede olvidarse una realidad que la psicología afirma constantemente: a ser feliz se aprende. Porque se trata de mirar con otros ojos. Hay un ejemplo que pone el psicólogo Miguel Silveira: “Cuando se habla de calidad de vida, hay que pensar en que sólo se consigue si se tiene calidad en lo que se hace, en lo que se piensa y en lo que se mira. Y eso no reside en el entorno, sino en el cerebro, en la mente, en los ojos del que hace, piensa y vive”. La felicidad no solo no es ajena a nosotros mismos, sino que es nuestra forma de ver las cosas la que puede determinar esa felicidad. Por eso ese plus de optimismo que da el estar enamorado es tan importante para la salud.