Aunque hemos hablado alguna vez de este tema, son tantos los que la padecen que conviene insistir. Imagínese que en la teórica placidez del sueño, usted tiene una parada respiratoria . Y que tras esa interrupción recupera su ritmo normal. No ocurre nada Pero piense en esa situación si tiene paradas superiores a los 10 segundos (hay casos que han llegado hasta los 90 ) y que se repiten de manera casi constante durante toda la noche. Hay individuos que llegan a totalizar hasta dos y tres horas de una inadecuada oxigenación en una sola noche.
Las personas con apnea de sueño suelen ser, en su inmensa mayoría, hombres; todos ellos grandes roncadores y con tendencia al exceso de peso. Duermen, pero las apneas les impiden descansar. El cerebro, precisamente por esas paradas respiratorias, no se oxigena lo suficiente. Porque se pueden producir hasta 400 o 500 paradas respiratorias cada noche. Eso supone un alertamiento incompleto, de manera que están cerca del despertar sin llegar a ello, con lo que no tienen conciencia de haber despertado. Pero tampoco de haber dormido. Ni duermen, ni están despiertos. La falta de oxigenación y la baja calidad de su sueño hace que se levanten cansados, malhumorados, sin ganas de emprender el trabajo de un nuevo día. A esta sensación de fatiga se suma el desconcierto de no saber por qué uno se ha levantado así, habiéndose acostado a una hora prudente. El perjudicado no obtiene respuesta. Solo quien duerme con él puede saber algo de lo ocurrido. Y no solo porque observa cómo ronca, sino porque hay un ronquido especial –el del final de la apnea– en donde parece querer recuperarse la respiración perdida, con una inspiración fuerte y grande, con un ronquido mayor.
En España padecen apneas de sueño miles y miles de personas. Y de ellos, solo una pequeñísima parte conoce el problema y trata de ponerle remedio.
Cuando la suma del tiempo pasado sin oxigenación es lo suficientemente grande pueden generarse problemas cardiorrespiratorios, como hipertensión pulmonar y arterial, arritmias, impotencia...
Habría que recomendar un diagnóstico precoz de quien puede padecer apnea. Y hay dos síntomas que si no son definitivos, sí pueden servir de aviso: roncar y, sobre todo, padecer mucho sueño durante el día. Como la parada respiratoria se prolonga, la reacción inmediata es un ronquido grande, como un bocado al aire para reponer y compensar esa falta de oxígeno. Ese “bocado” al aire se da precisamente roncando. El segundo gran síntoma es la hipersomnia diurna. Basta sentarse a leer el periódico, a leer un libro o a ver la tele para que el sueño llegue.
Tiene solución y no difícil. Lo importante es llegar al diagnóstico exacto, lo que tras la sospecha, puede hacerse en un laboratorio de sueño. Los factores predisponentes son la obesidad, el consumo de tabaco y de alcohol.
El tratamiento más eficaz es la aplicación de una presión positiva continua por vía aérea a través de una mascarilla nasal. El paciente experimenta tan pronto el bienestar que supone una noche de descanso auténtico, que se olvida de la incomodidad de la mascarilla. Su calidad de vida se ve tan mejorada que puede decirse que empieza a ver el mundo de otra forma.
Otro problema serio es que padecer “demasiado sueño” puede suponer un gravísimo peligro al volante. Las personas que padecen apnea tienen casi cuatro veces más de riesgo de sufrir un accidente que un sujeto normal. Y por eso se empieza a abrir camino la idea de que los conductores se sometan a pruebas de sueño antes de obtener el permiso de conducir .