Los españoles llegamos a presumir de que por la mañana, apenas nos cabe un café bebido. Y salimos de casa con el estómago vacío y despreciando nuestra agenda biológica. Comemos tarde y mucho. Y a las diez o las once, se cena de forma también contundente. Después, en una especie de extraño sacrifico impuesto por la costumbre, ya no se toma nada hasta las tres de la tarde del día siguiente. Es un absurdo pasar.
No somos conscientes de que nuestro organismo NECESITA -hay que decirlo con letras gordas- el desayuno. Y para todo. Hay quien quiere evitar esa comida para reducir el exceso del día anterior. Y es falso. La línea se mantiene mucho mejor con varias comidas poco consistentes, que con dos excesivas. Animales alimentados en una sola toma engordaban notablemente más que aquellos a los que la misma cantidad de comida se les distribuía a lo largo de la jornada.
El desayuno es una de las comidas más importantes del día. Los expertos señalan que debe aportarnos por lo menos la cuarta parte de la energía del día.
En el caso de los niños debe vigilarse especialmente, porque además de estar en pleno desarrollo, es por la mañana cuando se les exige mayor actividad. Y piénsese que más del 10 % de los chicos no desayuna y que 3 de cada 10 no lo hace correctamente. Se ha demostrado que los escolares que no desayunan cometen más faltas de ortografía y de atención en la clase. El desayuno da al cerebro la glucosa que necesita para estar en plena capacidad, ya que reclama esa energía de forma constante. En una actividad normal los músculos consumen tanta energía como el cerebro. Por eso debemos aportar en el desayuno fruta, zumo, pan, cereales…Los que no desayunan cometen más faltas en clase y atienden menos, (y en los mayores se constata mayor agresividad e irritabilidad). Habría que imponerse la norma del desayuno. El bienestar de la mañana depende en buena parte de el. Quizá si la gente desayunara como es debido, el tráfico de primera hora no sería tan agresivo, ni tan irritante, ni tan intransigente.
Eso de que “no apetece”
Solemos decir que no nos apetece. Y también hay en ello algo de falso. Porque cuando tenemos tiempo -día de fiesta, vacaciones- el desayuno adquiere otra dimensión. Si hay tiempo, se desayuna; luego no es cuestión de apetencia. Otro ejemplo se tiene en los hoteles. Hay quien no desayuna nunca, excepto cuando viaja. Entonces en el buffet del hotel parece adquirir un ansia devoradora o si se prefiere, una curiosidad por conocer el sabor de cada uno de los alimentos que se ofrecen.
Por supuesto puede haber mucha variedad en los desayunos. Por regla general se recomienda incluir productos lácteos, aunque no necesariamente tiene que ser un vaso de leche. Se puede tomar yogur en sus muchas variedades, o queso fresco. Los expertos suelen aconsejar mejor la fruta que un zumo de fruta. La pieza entera además de no aportar más azúcar, aporta también la fibra, muy recomendable en todos los sentidos. Deben estar los cereales, bien en copos o bien de la manera más tradicional de la tostada de pan, y algo de proteína que puede ser algún fiambre poco graso -jamón york o pavo- o un huevo pasado por agua. Se trata de que sea completo y sobre todo, variado.