“La memoria es el “pegamento mental” que une nuestro pasado con el presente y el futuro. Y por eso estamos dotados para predecir de alguna forma las consecuencias de nuestros actos, porque aprendemos del pasado”. Así se expresaba en Madrid, el premio Nobel, Susumo Tonegawa, un destacadísimo investigador en neurología y sobre todo del proceso que regula la memoria.
Uno de los papeles que se ignora de la memoria es que es la responsable de nuestra autoconciencia, porque es lo que nos hace sentir que existimos. Y prueba de ello es que cuando se pierde la memoria -síntoma característico del Alzheimer- el enfermo suele preguntarse “Quién soy yo”. Quedar sin memoria es perder la identidad.
Uno de los aspectos más llamativos de su conferencia fue su especial interés en señalar que para recordar hay que olvidar, porque tenemos una capacidad limitada; recordar todo, nos haría perder la capacidad de síntesis y la capacidad de abstracción. E incluso la de elección, ya que al recordar todo sería imposible determinar cuál de los infinitos aspectos que recordamos es el más adecuado. Olvidar es tan importante como dormir.
Los malos recuerdos
Una de las investigaciones que está en marcha es por qué tienen más presencia en la memoria los recuerdos malos que los buenos, cuando la capacidad y los mecanismos de archivo son los mismos. Se está estudiando ese por qué y si se llega a alguna solución, se podría pensar en fármacos que anulen los malos recuerdos.
Y en cuanto al sueño, Tonegawa señala que las investigaciones de su colega y compañero en el Massachussets Institute of Tecnology (MIT) M Wilson están encaminadas a saber el proceso por el que el sueño fija en la memoria lo que hemos vivido antes de acostarnos. Y por eso es importante que antes de los exámenes, haya unas horas de sueño. Porque está demostrado que la falta de sueño es uno de los problemas que facilitan la pérdida de memoria.
En este sentido es curioso señalar que una madre con un hijo pequeño que no tenga organizado su sueño, de esos que lloran de noche, notará que pierde memoria. Y lo nota en que no se acuerda de cosas elementales. Y que incluso no le salen las palabras. No encuentra la adecuada cuando quiere pronunciarla. El sueño parece actuar como un renovador, como cuando se riega una planta, que se reactiva. Reacciona, fija los recuerdos, los elabora, los reelabora.
También es curioso saber que se hereda el tipo de memoria. Si la madre tiene retentiva musical, o visual, es fácil que el hijo tenga esa misma capacidad.
Se hicieron muchas experiencias para tratar de saber si la mujer o el hombre tenían algún rasgo distintivo en relación a la memoria. Y sí. Se llegó a la conclusión de que la mujer tiene mejor memoria que el varón. La mujer recuerda mejor ideas generales, cosas de la niñez, los sonidos, los gustos y los paisajes. Recuerda mejor los sucesos, los colores y las modas.
El varón solo aventaja a la mujer en recordar números y métodos. Quizá porque cree que eso le interesa más.
La investigación americana
Coincidiendo con las manifestaciones de Tonegawa, se publicaron las conclusiones de la Escuela de Medicina de Harvard, dadas a conocer en la reunión anual de la Academia Americana de Neurología. Se realizó sobre 48 personas de entre 18 y 30 años con buenos hábitos de sueño. Los voluntarios se dividieron en 4 grupos. Para la prueba se mostraron a todos, los mismos 20 pares de palabras. A unos se les enseñaron las palabras a las 9 de la mañana y se les hizo una prueba a las 9 de la noche. A los otros se les mostraron los grupos de palabras a las 9 de la noche y la prueba se realizó a las 9 de la mañana del día siguiente.
En síntesis, lo que se descubrió es que quienes dormían después de recibir la información, recordaban hasta un 44 por 100 mejor las palabras que los otros.