
Viernes 11 de octubre de 2019
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Los profesionales lo saben porque es un indicador de la buena práctica hospitalaria. Pero el gran público ignora que es frecuente enfermar de hospital; es decir, adquirir una infección mientras se esta ingresado por cualquier otro problema. Los datos indican que alrededor del 6% de los pacientes internados sufre una infección hospitalaria. Y hay que decir que en el mejor de los casos.
Lo grave es que como suele ser un paciente con su sistema defensivo en precario, los problemas que se plantean pueden ser muy serios. Pero no es fácil luchar contra ello. Por un lado, en el hospital se concentran los gérmenes, puesto que es un lugar de enfermos. Son gérmenes además, que están en contacto con los antibióticos y que por tanto son fuertes y resistentes. Y por otro lado, se encuentran con organismos que están afectados por otros procesos y, lógicamente, tienen menos defensas.
Los factores de riesgo dan una idea más clara de por qué se producen estas infecciones. Por ejemplo, se infecta una cuarta parte de las heridas quirúrgicas. Y es muy frecuente en quienes han tenido una sonda urinaria. En definitiva, tienen mas riesgo los que sufrieron un procedimiento instrumental, como un sondaje, cateterismo, nutrición por suero o ventilación mecánica. Y aunque parezca mentira, la zona más peligrosa en este sentido es la de cuidados intensivos. No porque esté más contaminada, sino porque es allí donde se concentran enfermos graves, con pocas defensas; o los que acaban de ser intervenidos quirúrgicamente.
Para nuestra satisfacción hay que añadir que tenemos una de las tasas más bajas del mundo. Hay países europeos en donde se infectan 20 de cada 100 enfermos que ingresan.
En los quirófanos se toman medidas especiales porque un factor nuevo añade gravedad al problema: cada vez los que sufren una intervención quirúrgica tienen más edad y, por tanto, menos defensas.