Se puede calcular que entre un 2 y un 4 % de la población padece estrés enfermizo.Y lo padecen dos mujeres por cada varón. Después pasará factura en forma de dolor de espalda, de tirón de cervicales, de insomnio o de hambre compulsiva. Las principales víctimas son precisamente las mujeres que trabajan. Un 15 % de ellas -mujer y trabajadora- ya es víctima del estrés. Este porcentaje aumenta cuando se trata de madres de familia, y disminuye apreciablemente cuando se plantea en los varones de la casa. En cambio solo un 13 % de las personas sin hijos se ven afectados por este problema .
Aunque hoy la gente pueda enfermar de estrés, hace miles de años fue su salvación. Porque el estrés lo que realmente hace es ponernos en guardia, prepararnos para la acción,para el esfuerzo, para la lucha o para la huida. El estímulo llega al cerebro y pasa al diencéfalo. Allí se recibe la señal de alarma .La excitación, a través del nervio simpático, avisa a las glándulas suprarrenales, que de forma instantánea, ponen en la sangre las hormonas llamadas adrenalina y noradrenalina.A partir de ese momento, todo el organismo se modifica. El corazón late más deprisa para que haya mayor riego. La adrenalina tensa la piel y da orden al hígado para que se movilicen las reservas de glucosa que el hígado tiene en su despensa en forma de glucógeno.La tensión se eleva. Las reservas de azúcar y de grasa pasan a los músculos. Es como si éstos recibieran una inyección tonificante.Toda la energía disponible se concentra frente al peligro.Es más, aumenta la capacidad de coagulación de la sangre por si se produce alguna herida.
Pero...
Claro,todo esto estaba muy bien cuando el hombre vivía de la caza y de la lucha. Pero hoy ya no tenemos esos estímulos. No es una fiera lo que va a ponernos en guardia, ni un rugido el que va a poner en marcha nuestras hormonas. Van a ser los teléfonos, o un telegrama, una llamada, un timbre. Los estímulos han cambiado, pero el organismo, no. Y toda esa revolución interna, modifica nuestra actitud ante la vida.
El consuelo de comer
Quizá el estrés en sí mismo no sea causa de obesidad. El problema es que son muchas las personas que ante el agobio y la tensión no encuentran más solución que ir a la despensa y abrir la tableta de chocolate. Luego viene la pesadumbre por haber transgredido. Podría decirse que la gran mayoría de los que sufren estrés buscan en muchas ocasiones el consuelo primario de la comida. Y además, no se trata de comer aquello que podría consolarnos sin engordar: es como si buscáramos todo lo que engorda; desde los bombones al helado pasando por la bolsa de patatas fritas que tantas veces nos hemos negado.
El problema del estrés es que no acabamos de asumirlo. Porque no depende del entorno, ni de los demás, ni del trabajo. Depende sobre todo de nosotros mismos y de la forma que tenemos de afrontar ese trabajo y ese entorno. Por eso, habría que buscar una planificación.Y establecer las distancias para poder mirar la realidad con perspectiva.
Es verdad que la comida es uno de los consuelos inmediatos. La mayoría de la gente sostiene que comer calma su ansiedad. Pues bien, si uno esta en esa situación debe organizarse mentalmente. Analizarlo: como para calmar la ansiedad; pero ¿tengo realmente hambre?. Si no es así, ¿por qué le doy a la comida el valor del consuelo? Y otro detalle : si realmente me calma comer.¿Por qué tiene que ser precisamente comida que engorde?. ¿Por qué el recurso siempre o casi siempre es el caramelo, la barrita de chocolate, el bombón o los frutos secos? Se pueden comer cosas de muy pocas calorías.No estamos acostumbrados aún- aunque llegará pronto- a encontrar sobre la mesa del o de la ejecutiva, su platillo de tiras de zanahoria con zumo de naranja, por ejemplo; o rabanitos con un poco de sal; o tiritas de pimiento...
Lo ideal sería buscar alternativas y combatir el estrés desde su base. Una de las mejores maneras de acabar con él es andar. No solo por lo que supone de ejercicio físico y de gasto de calorías, sino también porque caminar permite reflexionar, permite dedicar tiempo a ordenar las cosas, a establecer una escala de valores adecuada.
También hay quien recomienda adquirir el compromiso diario de oír unos minutos de música. El objetivo es el mismo: alejar momentáneamente los problemas o permitir una distancia para mirarlos.
Hambre psicológica
La clave de todos modos está en que debemos de romper la secuencia estrés-atracón.Y para ello, debemos convencernos de que ese atracón no es ninguna solución, sino un problema más que nos echamos encima. Porque de manera inmediata, vamos a sentirnos culpables, con la caída de la autoestima por haber sucumbido una vez más a la tentación fácil del bollito, del bombón o del dulce.