Hay que desterrar la idea de que cuando vamos perdiendo facultades físicas también perdemos las mentales, porque no es verdad.
Mucha gente cuida su cuerpo y hace deporte para mantenerse vital. ¿Pero qué hacemos para mantener ágil y en forma nuestro cerebro? Prácticamente nada. Y se puede. Se debe. ¿Qué gimnasia mental le proporcionamos para que él también esté en forma? Ninguna.
El cerebro tiene alrededor de 14.000 millones de neuronas individualizadas, pero formando parte de una prodigiosa red (ya se ha puesto el ejemplo para que tengamos una idea más clara: Si cada neurona fuera un grano de arroz, necesitaríamos 240 camiones de 10 toneladas para transportar nuestro cerebro).
Suele creerse que los trastornos que acompañan al envejecimiento se deben a la disminución del número de neuronas. Y no es así. Es cierto que perdemos alrededor de 100.000 cada día, pero haciendo un pequeño cálculo comprobaríamos que entre los 30 y los 80 años habríamos perdido un total de mil millones y medio de neuronas.
¿Y qué es eso frente a los 14.000 millones que tenemos? La pérdida es, efectivamente mínima... O dicho de otra forma, el envejecimiento cerebral no puede ser debido solamente a la pérdida de ese porcentaje mínimo de neuronas, sino a otros factores.
¿Y cuáles son? ¿Qué es lo que realmente ocurre? Que si esas neuronas no se estimulan, si no se activan, se deterioran.
Es cierto que el ser humano se vuelve más débil con los años. Reacciona con más lentitud, necesita mayores estímulos, pero ese envejecimiento biológico y natural no debe afectar ni a la intensidad ni a la naturaleza del pensamiento.
Puede haber fallos, claro, pero en general tenemos la idea de que una vez que aparecen alteraciones meramente físicas, tienen que aparecer también alteraciones cerebrales. Y eso es radicalmente falso.
Se puede estar muy deteriorado físicamente y tener un cerebro en perfecto estado. Somos como una vela: con el uso, con el tiempo, la vela se va gastando, pero la llama (que sería nuestro cerebro) pertenezca a una vela nueva o a una vela muy gastada, sigue siendo la misma llama...
De lo que tenemos que convencernos es de que el cerebro es una batería que se desgasta si no se utiliza. Es como el músculo del deportista. Mientras lo ejercita, todo va bien. Si deja el entrenamiento, enseguida pierde la forma. Por eso debemos de convencernos de que cuanto menos le pedimos al cerebro, menos nos da.
Todo es cuestión de ser conscientes de que el cerebro también necesita entrenamiento. Un entrenamiento intelectual que active las muchas neuronas que no intervienen en los procesos habituales. Y que son suplentes, como si fueran los componentes del banquillo en un partido de fútbol. Son la reserva de nuestra mente. Y con ejercicio mental podemos ponerlas a funcionar.
Eso es lo importante.
Hay que disponer de gimnasios para nuestro cerebro. Y así mantendremos la agilidad mental, la memoria, y la inquietud por lo que pasa en el entorno. Que eso es estar mentalmente joven.