La mayoría de la población tiene alguna caries. Por eso se puede hablar de que es la enfermedad más generalizada. Y hay que llamarla enfermedad, aunque queramos quitarle importancia, porque es un foco infeccioso que se instala en la boca y que puede repartir bacterias por todo el organismo.
El proceso de las caries es sencillo. Todo lo que comemos, y especialmente las harinas refinadas y algunos azúcares se van quedando en la superficie de las piezas dentales, especialmente si tienen textura pegajosa. Las bacterias que normalmente tenemos en la boca forman una especie de red sobre la superficie dental que tiene como misión atrapar algunos gérmenes y, sobre todo, los restos de comida que les van a servir de alimento propio. Es lo que se conoce como placa bacteriana.
Esas bacterias gracias a otros elementos químicos y algunas enzimas degradan los alimentos dejando como residuo una serie de ácidos que van a atacar frontalmente la pieza dental. Esos ácidos predisponen el ataque al esmalte, la parte más dura y que protege el diente. Si logra perforar ese escudo protector, el camino queda abierto para los gérmenes. Entran en la dentina, y allí las bacterias campan a sus anchas. Tienen todo lo que necesitan para crecer y multiplicarse (calor y humedad). El paso a la pulpa es mucho más fácil, porque no encuentran resistencia. Luego llegará el dolor. Y lo verdaderamente importante es que en ese auténtico agujero producido en la pieza dental, hay una infección que puede quedar ahí, o buscar otro lugar cualquiera para asentarse.
Si tenemos presente el proceso de la caries, parece claro que para luchar contra ella hay tres posibilidades:
- Eliminar de la dieta todo aquello que es capaz de formar la placa bacteriana. (Sumamente difícil).
- Mantener siempre limpia la pieza dental, lo cual es prácticamente imposible.
-O, si se forma la placa, tener una esmerada higiene que la destruya diariamente... (También se puede ayudar al diente con flúor para añadir un escudo protector).
Solo caben esas posibilidades. Y como son difíciles de aplicar por separado, lo ideal es luchar en los tres frentes.
El azúcar
Los expertos están ya de acuerdo en que hay que desmitificar el tradicional papel negativo que se le ha dado al azúcar en relación a la caries. Hoy se sabe que la caries no depende del azúcar sino de otros muchos factores. Los expertos señalan que está comprobado que la relación entre el consumo de azúcar y la prevalencia de la caries es de tan solo un 25% y en casos muy determinados que son precisamente los individuos de riesgo.
El problema, por ejemplo, es el de comer cosas azucaradas de manera frecuente e intermitente. Para la higiene dental es mucho peor comer una docena de caramelos espaciadamente, que ingerir un kilo de azúcar de una sola vez.
Hacia la vacuna
Son varios los grupos de científicos que trabajan para conseguir una vacuna contra el Streptococcus mutans y sus variantes, que son los responsables de la mayoría de las caries. Las investigaciones se dirigen, por un lado, a crear anticuerpos que actúen directamente contra los microorganismos como diana; y por otro, los investigadores tratan de inhibir la enzima que forma la sustancia que permite a la placa pegarse a las piezas dentales.
Los resultados son esperanzadores y sobre todo, sin efectos secundarios. Los más optimistas hablan de que en unos años dispondremos de esa vacuna que se aplicaría en la superficie de los dientes y que inhabilitaría al estreptococo mutans, causante del 95% de las caries.