El hallazgo científico es muy reciente, aunque la idea de que madre e hijo se comunican es tan antigua como el hombre. En efecto, acaba de descubrirse que existe un “vínculo de apego”, como demostraron hace ya tiempo los expertos en bioquímica de la Universidad de Navarra dirigidos por la Dra. Moratalla. Parece ser que en los primeros días de la gestación, el cerebro de la mujer, modulado por el feto, desactiva la hormona del estrés y activa sin embargo la hormona de la confianza. Es como si la madre recibiera de pronto una orden molecular de parte del feto que le dijera: “soy yo, no te preocupes, que no soy individuo extraño”. Así crece ese vínculo de apego y surge el equilibrio emocional. Es la primera comunicación madre-feto que se desarrolla a nivel molecular. A partir de ahí, la relación se establece de otros muchos modos. Por ejemplo, los órganos de la madre contienen células del feto que tienen una enorme capacidad para regenerar piel, huesos, tiroides, hígado, riñón… Y lo más sorprendente es que las señales que envía el feto también influyen en el cerebro de la madre matizando conductas y sentimientos.
Haptonomía
Es la ciencia de la comunicación afectiva aplicada a la obstetricia. El tacto, la presencia y el afecto logran una comunicación con el feto que podría calificarse de increíble. Los especialistas –y nos lo contaba el profesor Aguirre de Cárcer– con sólo poner las manos sobre el vientre de la embarazada, se comunican con el feto. Sin presión de ningún tipo, lo sitúan en la posición más correcta y lo pueden mover apoyando simplemente una mano. “Lo importante es comunicar afecto, fundamentalmente a través del tacto, aunque no sólo es la mano la que interviene, sino también la presencia y la mirada”.-nos decía
Si con otros sistemas se consigue el 10 por 100 de partos con ausencia total de dolor, la haptonomía eleva considerablemente el porcentaje. En las encuestas realizadas, las madres confiesan en un 75 por 100 que sus hijos son muy tranquilos. Un 20 por 100, que son bastante tranquilos y el resto considera normales, es decir, que no parece que nazcan niños calificados de nerviosos.
Se altera la madre, se altera el hijo
A veces el feto se agita. No pasa nada; pero debe saber que cuando la madre se altera, poco después se altera el feto. Y ella suele asustarse. No es consciente de que las hormonas de su excitación pueden llegar al feto un poco después. Y cuando a ella ya le pasó el susto, es cuando le llega a la criatura. También debe saber que no siempre cuando ella duerme, duerme el feto. A veces coincide, pero otras muchas veces, no.
Estimular para desarrollar
Cuando comienza el tercer trimestre de gestación, además de estar “casi terminado” y estar mucho más proporcionado que al principio (empieza a ser menos cabezón), tiene sus sentidos despiertos y es capaz de oír, oler, gustar y percibir cualquier contacto. Incluso puede ver algo de luz a través de las paredes abdominales de la madre.
El feto es sensible no solo a la afectividad de la madre sino a otros muchos estímulos. Ya empieza a tener alguna memoria. Oye a la madre y le gusta oír al padre. Teóricamente percibe el cariño de alrededor. A partir de la sexta semana es sensible también al dolor. Y a las 14 semanas tiene ya los receptores sensoriales de manera que si se le toca, reacciona. A las 26 semanas, todos los receptores están completos lo que quiere decir que ya le duelen las cosas.
Un poco de música
Aunque parezca mentira, les gusta la música. Y se sabe, por ejemplo que los violines de Vivaldi serenan al feto, como algunos divertimentos de Mozart. Pero se inquieta si el volumen o la música es un poco estridente, como los golpes sonoros de Beethoven o el rock. Puede hacer la prueba: ponga la mano sobre el vientre mientras oye una flauta de Vivaldi y verá cómo el feto se serena. Y si oye los golpes de la Quinta Sinfonía o un ritmo moderno fuerte, el feto empezará a patalear.
Primeros movimientos
Algunas mujeres sienten los primeros movimientos al principio del cuarto mes. Casi todos los nonatos tienen un ritmo parecido: duermen de 20 a 30 minutos y, a continuación, se mueven durante otros veinte minutos. Las patadas del bebé sirven para ejercitar la musculatura del útero y ponerlo a punto para el parto. La madre sólo siente una pequeña parte de los movimientos de su hijo (únicamente nota las patadas, puñetazos y cabezazos más fuertes). El útero es prácticamente insensible y, por ello, la embarazada sólo siente los golpes que se transmiten hasta la pared abdominal.