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: Miércoles 6 de octubre de 2021 a las 6:34
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Miércoles 6 de octubre de 2021
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Es curioso: los hijos, aunque con características parecidas, son distintos según el lugar que ocupan en la familia. Ciertamente parece esta una conversación de tertulia, mientras se toma un café; pero tiene sus razones…
Es verdad que no hay verdades absolutas en esta cuestión; pero no es menos cierto que ser el del medio, por ejemplo, te sitúa en un lugar diferente para ir creciendo. Porque ni eres el mayor, ni eres el pequeño. Eres, como dicen los psicólogos, el hijo sándwich; el que destrona al mayor y por tanto recibe las primeras acusaciones (“¡Fue e!”); y el que se encuentra cuando llega el tercero, emparedado entre la responsabilidad del primero y los mimos del último. Tiene sus ventajas, aunque no se encuentren al principio. Por ejemplo, como no se es ni uno, ni otro, goza de una independencia envidiable. Y por eso la estadística señala que tienen mayor creatividad. Aunque también habla de sus inconvenientes. Debe saberse para no incurrir en ese error tan común de casi ignorar al mediano, aunque depende mucho del tiempo que se lleven entre uno y otro. Solo un ejemplo que los lectores podrán advertir: aunque parezca mentira, cuando hay tres hijos, el del medio es el que menos fotos tiene, el que menos se destaca, el que… no es el mayor ni el pequeño. Los del medio, como decía Maria Michelena, más que hermanos, son supervivientes.
El mayor
En principio, el mayor estrena padres. Y eso supone que todo el interés teórico se le aplica con mucho más rigor. Sin saber el oficio y sin vocación, como canta Serrat. Pero como si siguiéramos un método reconocido, aplicamos teóricos convencimientos e imponemos la voluntad para eso que creemos que es una educación correcta.
El problema es cuando llega el segundo. Porque el que había sido hijo único, queda de pronto destronado y empieza a recibir una responsabilidad de un día para otro: la que le otorga tener un hermano pequeño. Y por tanto, tener que ceder en todo y por todo. Y solo se le da una única razón: ser el mayor.
Tiene que contemplar y casi obedecer los caprichos del recién llegado simplemente por eso, porque es el mayor. Está bien. Pero nunca se puede olvidar que aunque sea el mayor, sigue siendo un niño. El no acaba de entender por qué de pronto, todo lo que él tenía se vuelve hacia el “nuevo”. Y se reclama silencio porque el pequeño duerme, y se exige poner la televisión más baja para que el otro no despierte, y que se le deje la pelota, y que… Y todo, porque ha llegado el hermanito. Todo ese sacrificio, que resulta inexplicable a esas edades, va a tener después su compensación. Porque son los mayores para toda la vida y suelen convertirse en la referencia de los otros. Se convierten en vicepadres.
¿Y el pequeño?
Hay que tener un cuidado exquisito. Porque los pequeños suelen encontrarse con unos padres que ya no tienen los criterios tan rígidos con los que educaron al mayor o al mediano. Ya pueden hacer casi lo que quieren. Si los otros se acostaban a una hora determinada, este encontrará excepciones siempre que quiera. Es el mimado. El que más juguetes tiene, al que se le hacen todas las fotos y se le persigue con el móvil para registrar su gestos, sus risas o... sus rabietas…
Una llamada de atención: porque en los hijos pequeños pueden darse dos posturas opuestas. O se sienten estimulados por los mayores y por tanto saben más y son más listos que los de su misma edad que no tienen hermanos; o todo lo contrario: se sienten tan a gusto siendo pequeños que pueden desarrollar el síndrome de Peter Pan: no quieren crecer, y desean que todo siga como está, que nada cambie…
Bueno: todo esto lo dice más o menos la estadística.. Pero no me negarán que en muchos casos, la psicología sí nos da alguna pista de cómo son, según el orden dentro de la familia…
Sobre el autor:
Ramón Sánchez-Ocaña
Ramón Sánchez-Ocaña (Oviedo, 1942) es miembro del Comité Editorial de 65Ymás. Estudió Filosofía y Letras y es licenciado en Ciencias de la Información. Fue jefe de las páginas de Sociedad y Cultura de El País, y profesor del máster de Periodismo que este periódico organiza con la Universidad Autónoma de Madrid.
En 1971 ingresa en TVE. En una primera etapa se integra en los servicios informativos y presenta el programa 24 horas (1971-1972). Entre 1972 y 1975 continúa en informativos, presentando el Telediario. No obstante, su trayectoria periodística se inclina pronto hacia los espacios de divulgación científica y médica, primero en Horizontes (1977-1979) y desde 1979 en el famoso Más vale prevenir, el cual se mantiene ocho años en antena con una enorme aceptación del público.
Tras presentar en la cadena pública otros dos programas divulgativos, Diccionario de la Salud e Hijos del frío, fue fichado por Telecinco para colaborar primero en el espacio Las mañanas de Telecinco y posteriormente en Informativos Telecinco.
Es colaborador habitual de radio, periódicos y revistas, y autor de una veintena de libros, entre los que destacan Alimentación y nutrición, Francisco Grande Covián: la nutrición a su alcance, El cuerpo de tú a tú: guía del cuerpo humano, Guía de la alimentación y Enciclopedia de la nutrición.
En 2019 entró en el Comité Editorial del diario digital 65Ymás, en el que colabora actualmente.