Es el momento de los juguetes. Aunque es verdad que para el niño jugar es una necesidad permanente y que no tiene porqué ceñirse a la época de Navidad y Reyes, cuando hablamos de aprender jugando, no nos estamos refiriendo al juguete útil. Reconozcamos que hay padres y madres obsesionados porque su hijo sea el primero en el colegio y que de mayor alcance las cotas más altas de las ciencias o de la técnica. Y entonces tratan de regalar a sus hijos no un juguete, sino un artilugio para que se sepa de memoria las capitales del mundo o los ríos de Europa. El problema está en que se regala un juguete “para...”; y eso es hacer un poco de trampa. Se evidenciará en que muy pronto dejará ese juguete cuando sepa qué teclas debe marcar. El juguete solo debe ser para jugar. Esa es su misión y no otra. Porque no se olvide una gran verdad: buscar una utilidad añadida al juego, es anular al juego lo que tiene de utilidad.
Partamos de una base: para el niño jugar es vivir. Y, por eso, juguete puede ser cualquier cosa. El niño va a jugar con todo lo que tenga al alcance de la mano y con todo lo que sea inaccesible. Jugará a apagar la luz dando un soplido, o con el cordón de su botita enrollándolo en el dedo.
Lo importante que debemos tener en cuenta es que el niño va a madurar jugando. Incluso es el juego el que va a ir dictándole su grado de maduración. Al principio, el niño jugará en la moqueta delante y al lado de su madre. Y en cuanto intente gatear y salirse del “entorno” conocido, se volverá, mirará y dará la vuelta. Cuanto más lejos vaya jugando, más independencia va adquiriendo. Cuando el niño pequeño es capaz de jugar solo, sin nadie cerca, es un niño que empieza a ser independiente. Lo dicho: juguete es todo. O mejor: puede ser todo. Desde un pensamiento a una cosa.
Y no olvidemos que todo aquello que deje rienda suelta a la fantasía, que alimente la creatividad del niño, será siempre un buen juguete. Es la primera definición: para el niño, jugar es vivir. Y la vida en esa edad debe basarse en desarrollar las capacidades.
Recuerde que con el juego el niño se desarrolla a todos los niveles: físico, porque se mueve y calcula; afectivo, porque quiere a sus juguetes y les habla; si el juego es de varios además aprende normas y disciplina, reglas y hasta una ética (a veces a base de coincidencias, a veces a base de discusiones y riñas).
La pena es que el juego y el juguete son necesidades de todo el año. Y nosotros nos empeñamos en que sean cosas de Navidades y Reyes.
¿Cual es el juguete ideal?
Es compleja la respuesta porque la publicidad es la que guía sus deseos. No quieren un muñeco, sino ese muñeco. Ni una construcción por piezas, sino ésa o aquélla. En nuestra elección debe primar el interés porque el niño se entretenga y se vaya desarrollando. Pregunte en el establecimiento por juguetes para la edad del niño que, normalmente, están bien pensados, al margen de las modas.
Cada entorno, cada familia, sabe más o menos qué debe regalar. Pero conviene que tengamos una idea especialmente en relación a la edad.
No es fácil imaginar a un niño de tres años concentrado frente a un tablero de ajedrez. Es posible que Karpov lo hiciera. Pero los niños que vemos todos los días por la calle, los hijos del vecino, nuestros propios hijos, prefieren tirar de la cuerda tras la que va el perrito de madera moviendo la cabeza. Tampoco sería lógico ver a un niño de 12 años entreteniéndose en meter y sacar de una caja las piezas de un rompecabezas. Es decir, cada edad tiene sus juegos y sus juguetes correspondientes. Hay un juguete para cada edad.
Hasta los 4 años
Hasta los cuatro años, el niño juega individualmente. Son útiles los juguetes de tracción; cubos de colores o piezas que pueda montar y desmontar.
Hacia los 6 años
Empieza a jugar con amigos. Si está solo le gusta todo lo que haga ruido. Un teléfono, un piano, un tambor. Todo lo que indique que está en “sociedad “. Quiere “cosas de la vida real” con sonido también real, Y todo aquello que pinte le va a fascinar.
A los 8 años
Ya tiene una idea de competitividad. Coches, trenes, muñecos que puedan cambiarse de ropa y, desde luego, disfraces que les dan ocasión de imitar a sus personajes admirados.
A los 10 años
Cajas de experimentos, microscopio y disfraces. Ya es grupo, ya es sociedad. A esa edad va naciendo un curioso interés por el coleccionismo y el deporte, así como todo aquello que distraiga y haga aprender, serán los ejes sobre los que girarán sus juguetes.
Jugar a ayudar
Al margen de los juguetes, es útil enseñar al niño, a modo de juego, a ayudar en la casa. También tiene edades y el agradecimiento de los padres es el premio. Se le debe explicar desde el principio que la casa es de todos y que todos deben colaborar en la casa.
Así hasta los 6 años, pueden ayudar a recoger sus cosas, que sus juguetes se vayan al rincón de descansar, por ejemplo. Puede también ayudar a poner algunas cosas de la mesa que no se rompan ni se caigan. Pero sobre todo, que recoja sus cosas y las lleve al lugar asignado
Hacia los 10 años, además de hacer recados, debe recoger todo lo suyo y especialmente su habitación –hacer la cama– y el baño después de utilizarlo. Que lo tome como un quehacer más . Poco a poco se le puede ir dando más libertad para que vaya a comprar (a establecimientos conocidos) algunas el pan, la leche, o compras menores.