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Viernes 26 de julio de 2019
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El semen de los españoles esta perdiendo capacidad de fertilizar, según los últimos estudios. El Instituto Marqués, de Barcelona, indica que de los tres parámetros del semen que se analizan (volumen, concentración y movilidad de los espermatozoides) el más importante es el de la concentración porque es el indicador de la futura fertilidad. Se sabe que cuando la concentración está por debajo de 20 millones de espermatozoides por ml. se producen anomalías en los cromosomas en 1 de cada 5 casos, lo cual representa un mal pronostico de fertilidad en el futuro.
Atendiendo a la concentración, Galicia, seguida de Andalucía y Madrid, es la que presenta mejores resultados con solo un 8,5 de sus jóvenes por debajo de los niveles normales de concentración. En el polo opuesto se sitúan Cataluña y la Comunidad Valenciana, donde el 22 por 100 no alcanzan los mínimos de normalidad que la OMS establece.
Además, el descenso en la calidad del semen es constante. Hasta hace poco se pensaba que las causas estaban en el consumo de tabaco, el alcohol, otras drogas, en la vida estresada o en las secuelas de enfermedades de transmisión sexual. Pero ahora se ha demostrado que los mayores niveles de escasez de espermatozoides se localizan en las comunidades que han tenido mayor desarrollo industrial en los últimos 50 años.
Las alteraciones del semen se originan en el periodo embrionario, por exposición del embrión a los disruptores endocrinos a través del cordón umbilical. Estos contaminantes afectan a la formación de los testículos del feto y por tanto alteran el proceso de formación de los espermatozoides.
Los disruptores son sustancias químicas que en el organismo humano actúan como hormonas femeninas o seudoestrógenos. Ya hay clasificados unos 550 de uso habitual en la industria, la agricultura y el hogar. Son muy resistentes a la biodegradación, están presentes en nuestra alimentación y se acumulan en el organismo y especialmente en medios grasos como la leche materna. Son sustancias químicas sintetizadas por el hombre en las últimas décadas y de uso habitual en industria, agricultura y en el hogar. Reducen la fertilidad, alteran el comportamiento sexual y así como masculinizan a las hembras, feminizan a los machos.