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Martes 6 de agosto de 2019
1 minuto
En la historia, empezamos a comer lo que teníamos más cerca. A veces cosas tan aparentemente repulsivas como una inmensa araña (¿O no es eso un centollo?). Después fuimos eligiendo cosas y sin darnos cuenta nos vimos influidos por el color. Y de hecho se puede constatar que se consumen mucho más los alimentos claros que los oscuros.
Quizá por eso los calamares en su tinta son poco apetecibles para los niños, que, sin embargo, se sienten mucho más atraídos por la pasta. Las necesidades también influyen y, por ejemplo, los esquimales, que necesitan muchas calorías y vitaminas, comen el hígado de ballena crudo.
Pero lo de los colores es lo que más inquieta. No hace mucho tiempo un experto norteamericano lanzó la teoría de que si comías en platos azules, adelgazabas. Según su tesis, ciertos colores, como el azul y el púrpura, reducen el apetito.
Según el estudio de este experto -estudio titulado El Poder del color- todo se debe a que normalmente estos dos colores no están en la naturaleza de los alimentos que ingerimos. Quizá haya alguna pequeña excepción; pero generalmente esos no son colores de la comida. Por eso, cuando alguien los ve con el alimento, el apetito se apaga. Evidentemente, la lombarda o la remolacha no entraban en la dieta de este experto.
De manera inversa, hay otros colores que se nos asocian a las ganas de comer y que son los que debemos evitar si hacemos caso a esta manera de perder peso. Son el marrón y el blanco. Es más, hay un detalle que nos debería hacer pensar: está demostrado que cuando la decoración de un restaurante se realiza en marrón y blanco, aumentan las ventas.