
Jueves 8 de agosto de 2019
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No son despreciables. Y prueba de ello es que del total del tráfico en carretera, un 80% se realiza por el día y solo un 20% durante la noche. Sin embargo, durante la noche se producen un 47% de las muertes totales de los accidentes y un 32% de heridos. Es verdad que pueden influir muchos otros factores. El alcohol, por ejemplo, es más frecuente. En todo caso, es como para meditar el hecho de que casi la mitad de los muertos de tráfico se produzcan por la noche, precisamente cuando hay un tráfico que es sólo la quinta parte de intenso que durante el día.
Pero la noche en sí misma altera la forma de conducir. De noche, el sentido de profundidad visual es 7 veces menos eficaz. Los contrastes se enturbian, los límites de los objetos se difuminan. Solo actúa la retina periférica, pero ésta no distingue la tonalidad de los colores (por ejemplo, el rojo parece siempre más lejano de lo que realmente está) las distancias se subestiman con lo que el acto reflejo de frenado se retrasa. Es esa una de las razones por las que en la noche hay muchos más accidentes.
Tampoco el ojo se libra del cansancio y de la fatiga. Por mucho que las campañas oficiales nos digan que es necesario descansar, pocos conductores lo hacen. El organismo humano sometido a un esfuerzo físico o mental acaba sintiendo la fatiga. Y la siente al margen de la voluntad del conductor. La conducción atenta, aunque nos parezca mecánica, exige un esfuerzo suplementario para el cuerpo. Y aunque no lo notemos, las reacciones se hacen más lentas. Y la noche aumenta la fatiga visual.