Los seres humanos somos conscientes de nuestra posición porque disponemos de tres controles perfectos: del sistema vestibular, de los órganos de la visión que nos informan de nuestra posición y del sistema que coordinado nos indica cual es nuestra posición en la tierra. Hacia la derecha, la izquierda, subido en una escalera o en la bodega de un barco. Para tener equilibrio es necesario la coordinación de los tres sistemas.
Por eso, el oído no sólo sirve para oír. Dispone de unos líquidos y unas células que son como pelillos que nos informan del movimiento. Si nos ponemos de pie, ellas son las que nos transmiten la información de que estamos de pie y de que tengamos la sensación correcta de que estamos erguidos. Cuando el cuerpo se mueve para un lado, el líquido humedece por decirlo así, los pelillos de un lado. Esa sensación se transmite al cerebro. Y el cerebro da las órdenes para que los músculos y el cuerpo adopten la postura necesaria para guardar el equilibrio. El cerebro compensa el movimiento, gracias al control que tiene sobre el movimiento. Si los movimientos son muchos, nuestro sistema de control envía al cerebro muchos avisos e incluso avisos contradictorios. El cerebro actúa hasta cuando no sabe si las informaciones que recibe son las correctas. Surge entonces la primera sensación de mareo, la desorientación de nuestra posición con la tierra; después y ante la insistencia de informaciones erróneas surge la irritación vestibular que está directamente relacionada con la producción de náuseas y vómitos. Y tanta relación tiene con los canales semicirculares del oído que, por ejemplo, los sordomudos no se marean nunca.
Marearse no es un síntoma de debilidad, como popularmente se cree, sino que la propensión al mareo denota un buen y vigoroso funcionamiento sensorial. Y prueba de ello es que los más propensos son los niños de enseñanza primaria quienes, como está demostrado, tienen la facultad de percepción sensorial particularmente aguda. La conclusión que extraen los especialistas es simple, pero llamativa: el mareo está en relación directa con la sensibilidad.
¿Qué podemos hacer contra el mareo?
Viajar con niños obliga a tomar otras precauciones. Piense que en gran parte se marean porque no tienen referencias lejanas. Cuando un bebé va en su silla de seguridad, más alto, y viendo a través de la ventanilla, se marea menos. Si no es posible que tengan visión lejana, tome precauciones. Media hora antes, dele la pastilla adecuada.
Si hace la comida por el camino, que sea ligera. Que no lean, ni fijen la vista en un objeto cercano. Intente establecer juegos de palabras. Mantenga el coche ventilado y fresco. Evite giros bruscos. Y haga un descanso cada cierto tiempo.
El mareo, si tiene planificado su viaje en barco o en avión, es muchas veces inevitable. Sobre todo, en barco. Recuérdese que mareo, viene de mar. Si se es propenso, se deben tomar precauciones medicamentosas.
Se estima que un tercio de la población es “muy sensible” al mareo; otro tercio se considera “moderadamente sensible” y el otro “ligeramente sensible”. Solo pueden excluirse de marearse las personas que padecen una lesión grave en el oído interno, como algunos casos de sordera.