Los estudios son concluyentes. Las personas con una hostilidad superior a la media, tienen un riesgo hasta 10 veces mayor de sufrir una calcificación de las arterias coronarias, que se considera como un marcador de aterosclerosis. Sobre todo, en personas jóvenes que no tendrían, por edad, que entrar en grupo de riesgo. Hay trabajos que así lo demuestran
Quizá nos podamos preguntar cómo se mide de forma fiable la hostilidad. Existe una escala internacionalmente aceptada (de Cook-Medley) de 50 cuestiones verdadero/falso que permite conocer ese grado de irritabilidad con suficiente precisión. Por otro lado, la calcificación coronaria se controla a través de un escáner.
Las conclusiones
Lo que se ha demostrado es que las personas que mostraban cifras de hostilidad por encima de la media tenían un riesgo dos veces y media superior de sufrir calcificación arterial que aquellas otras personas cuyo nivel hostil era más bajo. Y entre quienes la hostilidad era visiblemente más alta, el riesgo era 9,56 veces mayor que aquellos que tenían un perfil bajo de irritabilidad.
Otro detalle curioso es que al realizar las pruebas, aquellas personas que podrían calificarse de recelosas o cínicas también entraban en población de riesgo aunque a niveles más bajos que los abiertamente hostiles.
Las causas
No se puede concluir que si una persona hostil se ejercita en la paciencia y en la amabilidad ejerza una prevención útil para su corazón, aunque parece lo más lógico. Es fácil deducir que cuanta más irritabilidad evite en su vida diaria más salud tendrá su sistema circulatorio.
Quienes tienen esos rasgos que pueden definir la hostilidad forman parte de los que popularmente conocemos como de carácter difícil que se traduce en que padecen un fuerte estrés. Y una persona estresada, suele ser también una persona hipertensa, lo que añade un nuevo factor de riesgo.
¿Y por qué la hostilidad aumenta el riesgo cardiovascular? El Dr. Iribarren exponía en Diario Médico que “existen varios mecanismos que podrían explicarlo, como el estilo de vida, el consumo de alcohol o tabaco, asociados por lo general a este estado. También hay que valorar los cambios hormonales y químicos que se producen durante la fase de hostilidad”.
Una medida personal
Independientemente de estudios generales, lo que no tiene duda es que cada uno puede valorar mejor que nadie qué nivel de hostilidad padece. Quizá el rasgo más característico sea el de tener arrebatos, eso que en el lenguaje coloquial llamamos “prontos”; es decir, una irritabilidad que le hace a uno “explotar” en determinadas circunstancias. Tiene además, cólera fácil, suspicacia que le hace sospechar de casi todos porque la desconfianza preside su relación con los demás. Una de las cuestiones más curiosas es que el hostil es de esas personas que no aceptan que la sociedad se basa en la interdependencia de unos y otros. Se cree independiente, no acepta el entorno y es el que se pregunta muchas veces “¿Y por qué tengo yo que aguantar esto...?”. Y otro detalle de fondo es que el irritable tiene una autoestima muy vulnerable con sensación permanente de cierto fracaso.
El tipo A
Los cardiólogos han definido el patrón de personalidad del tipo A, con mayor riesgo coronario. El primer punto sería el de la hostilidad-irritabilidad. Pero tiene también otros rasgos de importancia, como la implicación laboral, con dificultad para delegar en otros e incluso para disfrutar del ocio. La velocidad y la impaciencia, que presiden su jornada con aceleración en las actividades diarias y normales. Y es víctima del pensamiento maximalista, “la ley del todo o nada”.