Muchas veces hablamos de la necesaria autoestima y lo conveniente que es para defenderse en la vida. Es importante saberse único e irrepetible y que aunque se fracase en algunos aspectos, hay otros en los que se logra el éxito. Pero resulta que esa autoestima que se fomenta desde niño, proviene de la calidez y del cariño que los padres han mostrado en sus primeras etapas. Y no de sobrevalorar todo lo que el niño hace.
Con la mejor intención
Ciertamente, muchos padres y sobre todo madres, tienden a exagerar las posibilidades y las facultades del niño, creyendo que así, con la mejor intención, son capaces de fomentar su autoestima. Y sin embargo, los científicos les han arrojado un jarro de agua fría. Sobrevalorar lo único que les hace es aumentar la egolatría y el narcisismo.
Un curioso estudio
Estas afirmaciones parten de un interesante trabajo de la Universidad de Ámsterdam que se basó en el análisis de 565 niños de entre 7 y 11 años de edad y de sus padres. Tenían que someterse cada seis meses a una encuesta con determinados datos que serían la base del estudio. Por ejemplo: “¿Está de acuerdo con la afirmación: mi hijo es un ejemplo para otros niños?”. Los psicólogos llegaron a la conclusión de que los niños que tenían una autoestima alta pensaban que eran tan buenos como los demás. Sin embargo, los niños narcisistas (por exceso de sobrevaloración paterna) pensaban que eran mejores que los demás.
No compare
Uno de los problemas más claros que llevan a la sobrevaloración y por tanto al narcisismo es que los padres para halagar y creer que así aumenta la autoestima de los pequeños, tienden a compararlos con los demás. Eso es, según los expertos, un gran error. Al niño se le debe valorar por sí mismo, y no en relación a los otros. Porque eso les lleva a creerse superiores y a pensar que tienen más derechos o privilegios que los demás niños. Lo importante es el trato afectuoso que les hace sentirse que son válidos por sí mismos.
Un narcisismo “normal”
También debemos de ser conscientes de que todo niño es un poco narcisista, porque en el fondo, él se siente, sobre todo en las primeras etapas, “único”. El niño necesita sentirse el centro de atención. Y cuando no lo es, procura serlo con llamadas o con esa actitud tan frecuente de “mira lo que hago”. Es habitual que ese mismo niño sueñe con que va a ser el amo del mundo, o que será el científico más reconocido. Pero con el tiempo será consciente de la realidad y sobre todo, va a aprender que siempre se depende de algo y de alguien y va a aceptar esa situación.
El peligro
Quizá no seamos conscientes de lo que puede suponer una personalidad ególatra o narcisista. Baste decir que quien tiene esa personalidad –sea niño o no– suele creer que merece un trato diferenciado o por menos especial. Y si no lo percibe como tal, aparte de una frustración inicial, suele reaccionar de manera agresiva. Y eso que en la infancia puede parecer que no tiene mayor importancia, es la semilla que florecerá cuando sea adulto. Si el niño normal acepta que vive en un entorno, el narcisista cree que ese entorno está a “su servicio”.
Qué hacer
Sin duda, procurar su autoestima que se logra con cercanía, con trato afable y cordial y sobre todo con afecto real. Un niño que se siente querido, tiene autoestima por ser querido, no por decirle que es el mejor.
Alabar lo que hace bien, destacar sus logros es bueno y correcto. Pero sin olvidar los fallos, que debe haberlos. Y que el niño comprenda y sepa desde pequeño que no todo ha de salir bien, pero que intentándolo una y otra vez y poniendo esfuerzo y cuidado, se logra.
Sobre el autor:
Ramón Sánchez-Ocaña
Ramón Sánchez-Ocaña (Oviedo, 1942) es miembro del Comité Editorial de 65Ymás. Estudió Filosofía y Letras y es licenciado en Ciencias de la Información. Fue jefe de las páginas de Sociedad y Cultura de El País, y profesor del máster de Periodismo que este periódico organiza con la Universidad Autónoma de Madrid.
En 1971 ingresa en TVE. En una primera etapa se integra en los servicios informativos y presenta el programa 24 horas (1971-1972). Entre 1972 y 1975 continúa en informativos, presentando el Telediario. No obstante, su trayectoria periodística se inclina pronto hacia los espacios de divulgación científica y médica, primero en Horizontes (1977-1979) y desde 1979 en el famoso Más vale prevenir, el cual se mantiene ocho años en antena con una enorme aceptación del público.
Tras presentar en la cadena pública otros dos programas divulgativos, Diccionario de la Salud e Hijos del frío, fue fichado por Telecinco para colaborar primero en el espacio Las mañanas de Telecinco y posteriormente en Informativos Telecinco.
Es colaborador habitual de radio, periódicos y revistas, y autor de una veintena de libros, entre los que destacan Alimentación y nutrición, Francisco Grande Covián: la nutrición a su alcance, El cuerpo de tú a tú: guía del cuerpo humano, Guía de la alimentación y Enciclopedia de la nutrición.
En 2019 entró en el Comité Editorial del diario digital 65Ymás, en el que colabora actualmente.