Que una persona optimista tiene mejor salud no plantea demasiadas dudas. Otra cosa es que a veces -que también puede ser cierto- sea lo contrario; es decir que se es optimista porque se está sano. Lo cierto, de todos modos, es que enfrentarse a cualquier enfermedad con optimismo es el mejor punto de partida posible.
Ejercicios para aprender
Habría que recibir clases de optimismo. Y hacer ejercicios para ser feliz. El primero sería reconocer todos los días las cosas positivas que uno tiene. Que son muchas. Y cultivar la autoestima, que la solemos tener por los suelos. No nos damos cuenta de que todos somos competentes para algo. Hay que andar, hablar, mirar, vestirse, arreglarse y comportarse como si fuéramos importantes y valiosos. Que lo somos. Cada uno de nosotros es único, irrepetible y diferente a los otros. Y ser diferente no significa ser mejor o peor que los demás; es ser distinto. Cada cual, como es, siempre es una pieza útil en el grupo, en la empresa, en la sociedad en que vive. Hay que reconocerlo. Pero sin querer aparentar más de lo que se es.
El mayor reto que tenemos es el miedo social. Cada vez más gente sufre miedos irracionales a ser rechazados, a fracasar, a muchas cosas. Y por ello emplean mecanismos de escape y de evitación constante, en vez de enfrentarse a las situaciones temidas. Hay que insistir en una gran y consoladora verdad: el 96 por 100 de nuestros temores no se cumple nunca.
La felicidad y la salud
Hablar de salud parece sinónimo de pescado a la plancha y de verduras cocidas. Y no tiene por qué ser así. La salud no es ausencia de enfermedad, sino que es un estado básico de bienestar. Por eso NO es positiva la idea de medicalizarlo todo, que haya que advertir de todo y por todo, que haya que condenar el más mínimo placer. Así parece que la salud es sinónimo de aburrimiento. Y no es cierto. Si pudiéramos ponernos unos cristales para ver las cosas mejor, todos, independientemente de nuestro estado físico tendríamos mejor salud.
Se trata de mirar el mundo con otros ojos. Aumentar la autoestima para sentirse a gusto con uno mismo. Porque eso se traduce en que se siente más feliz y por tanto más saludable. La salud parte de una visión positiva de la realidad. Por eso hay que entender la salud como una forma de vivir, no solamente no estar enfermo.
Mirar con otra perspectiva
Como nos decía el psicólogo Miguel Silveira, eso de que todo es del color del cristal con que se mira es solo parte de la verdad. La otra es dar al entorno la dimensión que en sí tiene y tomar su medida exacta en relación con nosotros.
No podemos olvidar que el diccionario define esperanza como el estado de ánimo en que se nos presenta como posible aquello que deseamos. Es decir, al ver como realizable nuestro deseo, estamos poniendo en la mirada el filtro positivo. Estamos poniendo calidad de vida. Estamos poniendo salud. Por eso, hay que insistir en que se pueden cambiar las cosas simplemente mirándolas desde otra perspectiva. Sobre todo, cuando se trata de una cuestión personal.
Unas normas
Una serie de expertos norteamericanos llegaron a elaborar una serie de normas para ser feliz. Y la primera –ya repetida hasta la saciedad- es que el dinero no puede comprar la felicidad, aunque hagamos chistes sobre ello. La cantidad que uno gana tiene un efecto muy escaso sobre el propio sentimiento de felicidad. Cuenta, sobre todo, lo satisfecho que uno esté con el dinero que ingresa.
Lo importante es saborear cada instante. Y hay que insistir en que la felicidad se compone de las pequeñas cosas de cada día y no de los grandes acontecimientos.
E insisten en que una de las cosas más importantes es crecer en la autoestima personal que aunque parece que todos nos gustamos y disculpamos lo que hacemos mal, no es del todo cierto. Para ello, ponerse metas realistas e ir consiguiéndolas. Demostrarnos a nosotros mismos de lo que somos capaces, pero con realismo, sin sueños que luego nos frustren. Sostienen que es bueno cambiar de actividad un cierto tiempo a lo largo de cada jornada. Y quizá uno de los consejos más interesantes sea este: hay que poner buena cara, incluso cuando uno no se sienta feliz. Ese mínimo esfuerzo por sonreír nos hace sentirnos mejor. También hay que hacer algo de ejercicio. Y una de las claves es tener una amistad íntima. Compartir siempre es lo mejor para la felicidad. Si se tiene pareja no hay mejor ni más apaciguadora amistad que la de esa pareja. Y un último punto en el que la psicología insiste: cuidar un poco el espíritu.
La sonrisa es una buena terapia
Reírse es sano. Y pese a la que está cayendo se puede con un poco de esfuerzo. Los beneficios que proporciona la risa son amplios: facilita la circulación con las consiguientes ventajas de un riego correcto y abundante. Después de la tensión de la risa, sobreviene una especie de relajamiento muy satisfactorio. Tiene poder de comunicación y dispone el ánimo para adquirir una perspectiva de la vida más optimista. Tan importante es reírse que la cultura creó todo un código. Y hasta se ha convertido en una profesión. En todas las ciudades, en distintas salas de fiesta, actúan profesionales de la risa. Y hacer reír tiene ante todos una cierta expresión de ternura. ¿Verdad que todos tenemos la idea de que los payasos tienen que ser fundamentalmente hombres buenos?.
Para reflexionar
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La calidad de vida sólo se consigue si se tiene calidad en lo que se hace, en lo que se piensa y en lo que se mira. Y eso reside en el cerebro, en la mente, y en los ojos del que hace, piensa y vive.
- Lo que pasa en mi entorno, depende en buena parte de mí mismo.
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Si queremos, podemos hacer más felices a los demás, que es una forma de ser más felices nosotros.
- Es más importante destacar los aciertos de los demás, qué insistir en sus fracasos.
- Debemos luchar por captar lo positivo.
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No basta con reconocer las cosas, hay que decirlas.
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No es justo dar por supuesto nuestro agradecimiento. Todos nos sentimos mejor cuando nos reconocen que hemos hecho bien las cosas.